Muchas decisiones, en apariencia, se antojan duraderas y de forma insólita se vuelven gesto que reconoce el valor del destino. Hay personas que aparecen en nuestra vida y nos brindan la posibilidad de concebir el mundo con la fascinación de lo novedoso. Creo, que las barreras es invención humana; sí, en vez de vivir con intensidad lo espontáneo, preferimos blindarnos. Nuestra sociedad es una cadena de soledades que añora las formas del amor y no comprende que lo grande es punto de partida de lo pequeño. Muchas personas (sonrío) experimentan una importante tensión al enamorarse y entre tanta enrevesada confusión salen corriendo despavoridos. Hay cosas que son demasiado imprecisas y solo se encauzan con la vivencia. Existe una sustancial diferencia entre: discernir y averiguar. En todo caso creo que enamorarse es comprender que lo desnudo se identifica mejor con la luz de la libertad. Ahora bien, muchas veces, junto a la negación se trasmite la afirmación que el valor nos niega. Todas las pasiones (en algún momento) son el gesto confuso que administra la entonación interrogativa. Muchas aventuras son la primera piedra del amor. Madre mía (sonrío) qué subidón de azúcar estoy teniendo.

Hay vidas completamente diferentes, pero el destino, las junta para componer nuevas metáforas. Enamorarse es unir universos y con inteligencia darle placer a la vivencia. Reducir la vida a la negación es perderse un montón de cosas. ¡Qué de cosas se interponen entre el miedo y la voluntad! Es fundamental no servirse del miedo para nada y desplazar todos los obstáculos que lo prolongan. Entonces: ¿nos enamoramos o no?