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Javier Durán

Exmilitares: origen o ocaso

La sucesión de acontecimientos residuales que pivotan en torno al individuo que ideó, gestionó y defendió los cuarenta años de dictadura deberían hacernos reflexionar sobre si es el origen o el ocaso de algo.

Si atendemos a los militares jubilados crecidos profesionalmente bajo el aura de Franco, la evidencia es que, aunque sea por la vía biológica, sus manifiestos contra el Gobierno y su repulsivo chat caerán como blanco del fin de la vida. ¿Y sus herederos? Cabría preguntarse aquí hasta qué punto la generación siguiente y la posterior (constitucional y posconstitucional) son tan modernos como explica la ministra Robles, o más bien están en disposición de oír las arengas de Vox y luego decidir si las secundan o se mantienen al margen de las mismas. Quizás sea el momento para adquirir conciencia de que en los cuarteles ha cambiado mucho la situación desde que la ultraderecha tiene en el Congreso una representación más que respetable. Enric Juliana, en acertado sarcasmo, señala lo opuesto: sólo se trata de “un ruido de sables oxidados”. Sea el contexto de una manera o de otra, lo cierto es que todos los caminos van a dar a la misma desembocadura: Franco y la ilusión óptica, perdón maniaca, que el dictador provoca en destacados senior de la carrera militar, incluso hasta en Pardo Zancada, condenado por el 23-F, pero aún con ganas de dar guerra con ochenta y tantos años. El revival del de Meirás (puntual, testimonial o fantasmal, está por ver) es una muestra del fracaso de la democracia española para cerrar la infausta etapa, ya sea dejando al general Chicharro campar a sus anchas con la Fundación-chiringuito que se montó la familia para impedir el acceso de los historiadores a la documentación, o con un modelo de enseñanza que de manera inexplicable salta la comba sobre los hechos y razones del periodo, a veces desde la misma autocensura. Y de pronto, sin anestesia, nos llega la noticia de que un nutrido grupo de pensionistas, la mejor situación para conspirar, se dedica a redactar manifiestos que tratan de engodar al monarca. Dicho así, parece más bien el entretenimiento de unos ancianos traviesos. Error: tienen en el Hemiciclo una fuerza política que les inspira y que está en condiciones de echar una ración de orgullo patriótico a los indecisos, sobre todo cuando tienen hasta salvoconducto para hacer prácticas de tiro junto a las nuevas hornadas de las academias. Alguien tendrá que dar una versión de este jaleo.

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