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Ánxel Vence

La guerra y la política a la carta

La guerra es un asunto demasiado serio como para confiárselo a los militares, dijo en cierta ocasión Georges Clemenceau, el primer ministro conservador que lideró la victoria de Francia en la I Guerra Mundial. Un grupo de militares retirados, de edad y pensamiento añoso, le ha dado ahora la vuelta a esa máxima en España. Sostienen, probablemente sin advertirlo, que la política es un asunto demasiado grave como para dejarlo en manos de los políticos.

Más o menos eso es lo que se deduce de las cartas que algunos jubilados de la milicia han remitido al rey Felipe VI.

Para aquellos que no las hayan leído, los firmantes consideran que la unidad y la soberanía de España corren un serio riesgo debido a la actuación de un Gobierno “socialcomunista apoyado por filoetarras e independentistas”. La consecuencia sería, a su juicio, un alarmante deterioro político, económico y social de España.

Dicen actuar en defensa de la Constitución, aunque en sus chats privados ensalcen al general Franco –“el irrepetible”- y expresen el deseo de fusilar a más de la mitad de la actual población de España, sin distinción de edades.

Poco parecen haber aprendido del Caudillo al que tanto echan de menos. Cuenta una anécdota verídica o tal vez legendaria que Franco recibió en cierta ocasión a uno de sus ministros con este consejo: “Joven, haga como yo y no se meta en política”. Hay quien niega al dictador esa capacidad para la ironía; pero lo cierto es que nunca se sabe.

Lejos de seguir aquella sensata, si bien sorprendente recomendación de su admirado compañero de armas, los abajo firmantes han decidido intervenir a fondo en los asuntos políticos del país. Y lo han hecho ofreciéndose al rey para garantizar la soberanía y la integridad territorial de España, “entregando la vida si fuera preciso”. El texto desprende un acre aroma golpista, lo que acaso explique el silencio de Felipe VI, que aún no ha dado acuse de recibo a la demanda.

Podrían haberse alistado en las filas de Vox, como hicieron algunos de sus colegas, para recabar el voto de quienes compartan su sombría visión acerca de cómo está el país. Después de todo, el partido ultraderechista mantiene opiniones muy similares a las expresadas por los firmantes de las cartas al monarca.

En lugar de eso, los generales, jefes y oficiales en retiro han preferido saltarse al Gobierno electo por el Congreso para pedirle al rey, como jefe supremo de las Fuerzas Armadas, que revierta la “peligrosa deriva” en la que, dicen, se encuentra España. No aclaran exactamente cómo hacerlo, pero en realidad tampoco hace falta. Se les entiende todo.

Puede que esta extravagante intromisión de algunos militares en la política sea una respuesta tardía a aquel político francés que dijo que la dirección de la guerra no se podía dejar en exclusiva a los militares. Quién sabe. Lo peculiar del caso es que un gobierno de los uniformados tendría tan poco sentido como otro de fontaneros, de abogados, de notarios o de ingenieros agrónomos.

Solo es de esperar que, estimulados por el ejemplo, los jubilados de los colegios de ingenieros, médicos o cualquier otra profesión no se pongan ahora a la tarea de contarle al rey por carta lo que opinan del Gobierno y de la situación política del país. El pobre monarca no iba a dar abasto.

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