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Marrero Henríquez

Sobre la autoridad de las muletillas

Al embozado forzoso le desagradan las muletillas, y de manera especial aquéllas que usan los políticos cuando discuten en el congreso, cuando responden a preguntas en rueda de prensa y cuando son entrevistados. Tanto le desagradan que se pone a pensar en lo que tendrán en común esas voces o frases que se repiten mucho por hábito y esas otras muletillas que son el diminutivo de la muleta que es apoyo de madera, metal u otra materia que sirve para cargar el cuerpo en ella, evitando o aliviando el empleo de una o ambas piernas a quien tiene dificultad para caminar, y de la otra muleta, que es el bastón o palo del cual pende un paño encarnado y de la que se sirve el torero para engañar al toro y hacerle bajar la cabeza cuando va a matarlo.

La muletilla que es voz o frase que en la jerga política se repite mucho con la muleta del cojo y con la muleta del torero. A ver, se dice el embozado forzoso, la muleta del cojo sirve para suplir una carencia, y la del torero para el engaño. Y a continuación se pregunta si las muletillas que los políticos repiten una y otra vez y hasta la saciedad sirven para disimular carencias o para el engaño, o, tal vez, para ambas cosas a la vez.

Como buen científico, al embozado forzoso no le basta su intuición y no se conforma con que él cree que sí, que las muletillas sirven a los políticos para suplir carencias y para engañar. El embozado forzoso necesita comprobar de manera fehaciente que su intuición es cierta, no quiere equivocarse con una aseveración que antes que verdad sea falsedad y juicio temerario. Entre otras cosas porque con los hermanos de La Salle estudió que hacer juicios temerarios es pecado.

El embozado forzoso se dispone a corroborar científicamente su intuición. Enciende el televisor y busca un canal donde estén entrevistando a un político. Para comprobar si su intuición es verdad es mejor observar a un político entrevistado en exclusiva que participando en una discusión con otros políticos o en un debate a tres porque en el formato de exclusiva los políticos se crecen al sentirse protagonistas y en ese contexto resultará más fácil desvelar la finalidad retórica de sus muletillas.

El embozado forzoso pasa canales y pronto se encuentra con una entrevista a un político. El político es de derechas, pero también podría haber sido de izquierdas, o de centro, o nacio- nalista moderado, o nacionalis-ta radical, o populista de derechas o populista de izquierdas. En cuestión de muletillas todos los políticos son iguales. El embozado forzoso escucha con atención y enseguida surgen dos muletillas que se usan con muchísima frecuencia, “mire usted” y “estoy convencido de que”. El embozado forzoso se dispone a analizarlas.

“Mire usted” se usa para llamar la atención del otro. Aunque no haya nada que mirar, la expresión “mire usted” asume que el otro va a ver algo que no se ve y que sólo el político es capaz de percibir; con el “mire usted” el político se arroga los poderes de un chamán que se dispone a descubrirle el mundo a su interlocutor. Así que “mire usted” no sólo implica que el interlocutor es un ignorante y el político un sabelotodo, implica también que el interlocutor es una persona despistada por naturaleza, a la cual hay que apelar de vez en cuando, como si fuera un perrito que se quiere educar, para que centre su atención en lo que se le va a decir. No obstante, el embozado forzoso comprueba que las más de las veces la muletilla “mire usted” no conduce a ninguna verdad de interés, que es sólo una muletilla, una voz que se repite y que, como las muletas del cojo y del torero, sirve para suplir la carencia de razones del entrevistado y engañar al entrevistador. “Mire usted”, antes que el prefacio de un discurso sesudo, es la antesala de frases hechas que se repiten como consignas.

Como buen científico, al embozado forzoso no se le pasa por alto que, aunque ha demostrado que el uso de la muletilla sirve a los políticos para suplir sus carencias y para el engaño, le falta demostrar que ese uso es común a todo el arco parlamentario, desde la ultraderecha hasta la ultraizquierda, pasando por los nacionalismos, el centro y las izquierdas y derechas moderadas. Y para completar esa falta se dispone a analizar la muletilla “estoy convencido de que”. Cambia de canal y se encuentra ahora con un político de izquierdas que a la primera responde a su entrevistador utilizando la muletilla “estoy convencido de que”.

El embozado forzoso se pregunta por qué tantos políticos están tan convencidos de lo que dicen sin haber antes testado sus afirmaciones. El embozado forzoso, por un instante, se dispone a emularlos para ver qué se siente cuando se dice que se está convencido de algo que no se sabe con certeza si es verdad o mentira. Así que sin cortarse un pelo el embozado forzoso afirma que está convencido de que los políticos sobre todo buscan seguidores y votantes, satisfacer a sus propios partidos y ganar elecciones. Y por tal motivo el embozado forzoso también está convencido de que lo que los políticos deberían hacer es procurar lo que pocos procuran, aquello que Platón veía que los filósofos perseguían: la belleza de lo cierto y del bien común. No obstante, como no es político, el embozado forzoso entiende que aunque esté muy convencido de todo ello tendrá primero que demostrarlo científicamente. Predicar hay que con el ejemplo.

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