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Pilar Garcés

¡Caray con los allegados!

Los de Felipe VI siguen dándole alegrías, por mucho que hace seis años los excluyera de la Familia Real: sus sobrinos y hermanas gastaron a manos llenas con las investigadas tarjetas black de Juan Carlos I.

Ahora que enfilamos diciembre, allegado sería un término con posibilidades de convertirse en la palabra del año si no fuese por coronavirus, desescalada o confinamiento. Si se conforma con la pedrea, allegado debería triunfar al menos en la categoría de palabra navideña del año. Mucho nos hemos divertido, es un decir, con el ministro Salvador Illa intentando explicarle al pueblo la diferencia entre un allegado y un familiar ahora que la Nochebuena se viene, y se ha creado una norma ex profeso para las reuniones a manteles pero sin villancicos, que son aerosoles encubiertos. Una polémica blandita, la de la inconcreción de la persona que puede sentarse en tu mesa, pues todos sabemos que nadie nos va a parar en el aeropuerto o en la estación del tren para exigirnos conocer a dónde vamos y el parentesco que nos une con el tipo que ha venido a recogernos, si es un primo majete o el dueño de la vivienda vacacional que hemos alquilado. Una polémica tocanarices, la generada por quienes se empeñan en averiguar si la suegra puede ser considerada pariente o solo allegada, y si hay motivo legal para hacerle un feo a la nueva mejor amiga de tu padre.

No es, de todas maneras, la primera vez en que allegado deja de ser sinónimo de familiar, por mucho que diga el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Hace unos pocos años, el rey Felipe VI redefinió el concepto de Familia Real con el propósito de hacerle una poda radical al árbol genealógico de los Borbones. Así, eliminó de la foto oficial a sus hermanas más o menos problemáticas, sobrinos que apuntan maneras y sobre todo a su hermano político delincuente sentenciado. Aprovechando la abdicación de su padre, determinó que su familia solo son su mujer, sus hijas y sus progenitores, pero seguro que a día de hoy se arrepiente de no haber arriesgado aún más en el desmoche.

No está previsto que don Juan Carlos cene en familia, sigue autoexiliado en Oriente y parece poco probable que se una a la caravana de los Magos y aterrice en Madrid. Sus inquietantes finanzas están dando mucho que hablar últimamente, por la regularización que acaba de formalizar con Hacienda de medio millón de euros de fondos opacos gastados cuando ya no gozaba de inviolabilidad en viajes, hoteles y restaurantes. Según ha publicado El Confidencial de fuentes de la investigación, también las hijas de los eméritos y los hijos de la infanta Elena, Froilán y Victoria Federica, emplearon tarjetas black, ligadas a fondos no declarados regalo de un empresario mexicano, para costearse todo tipo de artículos en El Corte Inglés, viajes, desplazamientos y hasta clases de piano. La hermana mayor del Rey sufragó los gastos de la yegua de competición de su hija con estas tarjetas, incluidas en las pesquisas que desde distintos frentes mantiene abiertas la Fiscalía del Tribunal Supremo. Un buen tomate, como para que la tertulia de sobremesa en la Zarzuela sea de lo más animada sin necesidad de zambombas. Suerte que todos los usufructuarios de las black no mantienen ya una relación familiar con el actual monarca. No son ni siquiera allegados todos esos Borbones de los que usted me habla.

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