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Óscar R. Buznego

La Corona y el Gobierno

Durante una conversación que mantiene con los alumnos de un seminario que imparte en Princeton sobre “La fiesta del Chivo”, el libro que dedicó al innombrable dictador dominicano, Vargas Llosa cuenta la anécdota de un taxista peruano al que le preguntaron si iba a votar a Fujimori sabiendo que era un ladrón, a lo que él respondió: “No, no. Fujimori solo roba lo justo”. En política, aunque podamos fingir otra cosa, muchos ciudadanos de a pie están de vuelta. Saben o sospechan, resignados, que el poder tiene un cuarto oscuro donde se realizan actos indebidos. Bobbio explicó con meridiana claridad que la transparencia es una de las promesas incumplidas de la democracia. No obstante, cada día los políticos están obligados a dar más explicaciones y se ven sometidos a controles más estrictos. Según confesión de agentes informativos, la novedad es que se ha desvelado la conducta del anterior rey que había sido ocultada hasta ahora.

Juan Carlos I abdicó en 2014. Fue Rey de España, pero ya no lo es. El Rey es Felipe VI, al que en el lustro de su reinado el único reproche que se le ha podido hacer es el de permanecer en su sitio ante el revuelo generado alrededor de su padre. Esto no debe hacernos olvidar una situación que inevitablemente afecta al titular de la Corona por sus vínculos personal e institucional. La sociedad española no puede quedarse con las dudas sobre el comportamiento del que ejerciera en su día como rey y este tiene con los españoles la deuda de comparecer y rendir cuentas. Lo que resulta inadmisible para el país es su circunstancia actual. Dispensarle un tratamiento igualitario implica que viva en España si lo desea y que pueda ejercer sus derechos a la vez que cumple con sus obligaciones. No está de más recordar a algunos políticos exigentes que se manifiestan al respecto con mucha vehemencia, que también ellos disfrutan de algunos privilegios inaccesibles para los ciudadanos comunes.

La Casa Real y el gobierno deberían resolver este asunto rápido, correctamente y de cara a los españoles. Las declaraciones de Pedro Sánchez en el transcurso de la semana parecen apuntar en esa dirección. Pero Podemos se ha destapado con la petición de una comisión de investigación, respaldado por los partidos soberanistas con los que ha consolidado unas relaciones preferentes, proclamando a los cuatro vientos el próximo advenimiento de una república, con la petición anexa, por boca de uno de sus portavoces, de un referéndum sobre la monarquía. El tiempo dirá si el despliegue publicitario tiene solo una finalidad retórica; lo que resulta evidente es su oportunismo. La comisión no es necesaria para los objetivos que alegan los partidos en su petición y, en el caso poco probable de que se constituya, probablemente sirva para desenfocar un poco más el problema, que ha sido mal definido desde el principio por varias fuerzas políticas pujantes.

Pero la actitud de Podemos trasciende el hecho y toca de lleno al Gobierno. Las tensiones en su seno no son ningún secreto, pero las discrepancias de fondo y de forma han alcanzado un grado más elevado y adquieren una significación política distinta. Pedro Sánchez, encargado como presidente de coordinar la acción del ejecutivo, ha puesto siempre mucho énfasis en afirmar que su Gobierno era uno, pero la sensación generada por los avatares de la negociación sobre el Consejo General del Poder Judicial y los últimos pronunciamientos públicos sobre la Corona y otros temas más bien indica que en realidad, dicho sin matices, son dos. Da la impresión de que hay un espíritu de coalición más auténtico en las relaciones de Podemos con los nacionalistas de izquierdas que en las que lo asocian con el PSOE. O esta peculiar organización del ejecutivo ha sido pactada también en el acuerdo de coalición o Pedro Sánchez se encuentra ante un embrión de oposición interna en el gabinete, quizá largamente concebido. En todo caso, lo cierto es que los españoles, en relación con el Gobierno, empiezan a no saber a qué atenerse. Y esto nos ocurre cuando estamos haciendo frente a una debacle histórica y esperamos la llegada de una lluvia de millones que tendremos que gestionar.

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