La Provincia - Diario de Las Palmas

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Javier Durán

Calma tras la tempestad

Muchos fuimos los que advertimos de que se estaba cocinando la violencia xenófoba con el discurso de rechazar la acogida de migrantes en hoteles y apartamentos de Mogán. Los curioso es que los mismos que precalentaron el ambiente llaman ahora a la calma, una vez que han constatado que la tempestad se les puede ir de las manos. No sé si están aún a tiempo, pero por lo pronto la Cruz Roja, en un valioso gesto de prudencia, ha pedido a miles de migrantes que no salgan a la calle para evitar cualquier incidente. La mecha se ha encendido por una pelea, pero podía haber sido por cualquier otra asunto: para ello, nada más xenófobo que solapar la migración con la situación de turismo cero que viven empresarios y trabajadores. El resultado, sin lugar a dudas, no será otro que culpar a los extranjeros que llegan en pateras. Así funcionan los mecanismos psicológicos que alimentan este tipo de protestas expertas en encontrar al chivo expiatorio de todos los males. Nada más instructivo en este sentido que la novela La conjura contra América, de Philip Roth, para tener en cuenta la cantidad de escalones que es capaz de subir el humano para alcanzar su propósito, aunque sean los más descabellados, como ir hasta las puertas de un hotel para insultar a unas personas que no tienen nada en la vida. Cambiar el rumbo supone una importante labor pedagógica por parte de los que han rociado de gasolina la coyuntura. Leo que los impulsores seguirán adelante con el propósito de expulsar a los migrantes del municipio, un empeño difícil de materializar sin daños colaterales a los llegados en pateras. No niego que más de uno se haya dedicado al examen de conciencia tras el reciente brote xenófobo, pero sus intereses pacificadores son observados de cerca por una ultraderecha que ha encontrado en el Sur un buen bebedero para dar forma a sus reivindicaciones. Urge que los reponsables políticos locales asuman que están expuestos a esta estrategia, y evitar desde la honestidad introducir a sus vecinos, sobre todo a los jóvenes, en una espiral que podría tener un final más bien oscuro. Pierden la oportunidad de mandar un mensaje de solidaridad al mundo en vez de palabras de odio, una posición más entendible, por cierto, dentro del mercado turístico al que tanto aspiran. Sería lo más civilizado. Mientras tanto, la salvajada ha funcionado: encierro. Curioso: los que no querían Lampedusa en su territorio han levantado una negando la libertad.

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