La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan Francisco Martín del Castillo

La estrella de la navidad

Unas navidades sin belén o, si prefieren, sin un buen árbol que adorne el salón de la casa no son nada. Tal vez unas navidades diferentes, como las que se avecinan con los dichosos allegados. Ahora bien, convendrán conmigo en que si a ese árbol no le acompañan los atributos propios de estas fiestas, inevitablemente quedará deslucido. Como la tarta de una boda a la que le falte su parejita de enamorados en todo lo alto, así habrá de presentarse la supuesta atracción navideña. Como cada año, y este no iba a ser menos, el árbol de la navidad política aparece inundado de las bolas de siempre, los brillos y baratijas que se esperan en unas fechas tan señaladas como estas. Sin embargo, en el ápice del árbol, como la guinda de un pastel, siempre hay pelea por ver quién consigue el puesto. Una vez más, y ya van siendo varias consecutivas, nuestro impar Rodríguez Zapatero se ha encaramado a la cima del arbolito. En cierto modo, me recuerda al Papá Noel que trepa y trepa hasta llegar a la meta. El expresidente ha girado sorpresiva visita a la Venezuela de Maduro, un país ensombrecido por la dictadura y la corrupción generalizada. Régimen bolivariano dice ser, en connivencia con las naciones del llamado “grupo de Puebla”, aunque para mí son sólo palabras. La auténtica realidad es que un territorio, rico en yacimientos naturales, transita hacia la más cruel y descarnada pobreza sin que nadie haga nada en su freno. Salvo Zapatero y algún que otro fanático, todos ven la deriva que acecha sobre aquella tierra.

Así, pues, Zapatero, el del buen talante, recomienda a la Unión Europea que no se desentienda de los resultados de las elecciones venezolanas, que intente por todos los medios a su alcance que fluya el diálogo con el actual residente de la Casa Presidencial. Y erre que erre. Por esto, como motivo navideño, Zapatero es impagable porque, sin falta, acude a la cita de Nochebuena. Un individuo todavía por clasificar, como el Nazarín de Galdós, ya que “en esta vecindad muchos le tienen por un santo, y otros por un simple”, y, en Venezuela, miren por donde, por un príncipe. No se sabe bien qué es, pero como ya se ha hecho con el morador de la Casa Blanca, otro que tal luce, cabe concluir que le atenaza un particular trastorno de la personalidad del espectro izquierdoso, manifiesto en el delirio constante por atribuir a los que no piensan como él cualquier tipo de intolerancia dolosa. Un semejante que comprende y abraza a los totalitarios de todo signo y condición y niega la razón y la piedad a las víctimas del terrorismo etarra, un político que celebra el Aló presidente de Maduro y rechaza la libertad de expresión en un país, como el sudamericano, que ha visto como la mayor parte de sus cabeceras caían bajo el yugo chavista. ¿Quién iba a representar mejor la estrella del árbol de la navidad política que esta singularidad cósmica? Pueden disputarme la elección, pero que sea uno de los candidatos mejor situados nadie osará discutírmelo.

La estrella de Zapatero, la que ilumina y deslumbra en estos tiempos convulsos, parece que nunca habrá de agotarse. Fue un dirigente mediocre, y personalmente le tengo por el peor de la democracia, pero como líder venido a menos, político de lance, si gustan de la nueva nominación, pocos le ganan. A una insensatez, le sigue otra, y a un dislate mayúsculo, le continúa una retahíla de necedades de difícil parangón histórico. Tal es el prodigio que nos ha tocado como expresidente. Esta estrella que guía hacia un mundo inexistente, afortunadamente inexistente, también nos debería conducir a otro camino, aunque sólo fuera por oposición, el de la razón y la cordura porque, bien visto, que es de lo que se trata, la estrella de Zapatero es el aviso del abismo, de la indecencia y hasta de la locura. Qué mejor faro para alumbrar al expuesto a la zozobra y el hundimiento. Bienvenida sea la Navidad porque nos trae estos momentos de magia compartida en familia. Y bienvenido sea el atrabiliario Zapatero, ya que da el justo contrapunto a estos tiempos de celebrada bondad, alertándonos de todos los males que pueden cernirse sobre nuestro futuro en nombre de la ceguera política.

Compartir el artículo

stats