La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lamberto Wägner

Pomperipossa

En estos tiempos en que la demagogia intenta equiparar la presión fiscal con el esfuerzo fiscal, o los impuestos con los ingresos, (y aquí tanto monta monta tanto Montero como Montoro) me gustaría traer a colación una fábula de la vida real, y encima con final edificante como es de rigor para cerrar un relato con una buena moraleja.

La Suecia de principios de los 70 era ya conocida por su naturaleza de envidiable estado de bienestar. Pero dicho bienestar salía muy caro, y los impuestos eran por tanto también superlativos, de lejos los más altos de Europa.

La escritora de cuentos infantiles Astrid Lindgren, creadora, entre otros iconos, de Pippi Calzaslargas, estaba en su apogeo productivo, con ventas millonarias en todo el mundo, pues sus personajes caían tan bien entre los niños suecos como los rusos, por poner el ejemplo de un país donde sus libros eran permanentes best sellers. La escritora había sido desde siempre fiel votante del partido socialdemócrata, que llevaba ya décadas gobernando, y hacia finales de los 60 venía pagando un 83% de impuestos que aceptaba con cristiana resignación. Pero resulta que la voracidad recaudadora del sistema alcanzó su paroxismo en 1973, tocándole tributar ese año el 102%. Al protestar ante el Ministerio de Hacienda, y ante la desidia y falta de respuesta del ministro Sträng, cuyo apellido por cierto podría traducirse al español como Riguroso o Severo, la escritora retó en duelo a su ministro y escogió el arma que le era propia: la pluma. En tres artículos publicados en el periódico sueco de mayor tirada, Astrid se inventó la fábula de la pobre Pomperipossa, relatando en un tierno idioma infantil las vicisitudes de una escritora de cuentos que vivía en Monismania y que se veía obligada a vivir de la caridad de sus semejantes porque el estado le requisaba el 102% de los 2 millones de coronas que ingresaba por la venta de los libros que escribía. Unos libros que Pomperipossa creaba por amor a los niños y sin afán de lucro, pero por los que el afán expropiatorio de los amos de Monismania la castigaban hasta el punto de dejarla en la miseria y a expensas de la compasión de sus compatriotas.

La batalla que se declaró entre Astrid Lindgren y el ministro Sträng fue de las que hacen época. Y el ministro no tuvo más remedio que ceder, cuando en una entrevista la famosa escritora ironizó, ante la cerrazón de su adversario, más o menos en los siguientes términos:”El ministro debería dedicarse a contar cuentos, y yo a las cuentas, que parece que es lo que se nos da mejor”. El apoyo social a la escritora se convirtió en tan abrumador que el gobierno tuvo que introducir una enmienda en su política fiscal, según la cual la imposición total, incluidos impuestos de patrimonio, seguridad social y renta en ningún caso podría sobrepasar el 85% de los ingresos del sujeto fiscal.

Pero la victoria moral de la escritora fue mucho más allá. Al estar el país en período electoral la sociedad no le perdonó al gobierno el humillante trato dispensado a un puntal de la literatura infantil tan venerado como Astrid Lindgren. Tras 40 años de gobierno ininterrumpido, el partido social demócrata perdió las elecciones.

Aquí procedería aclarar que este testimonio no va con segundas... Pero sería faltar a la verdad

Compartir el artículo

stats