La Provincia - Diario de Las Palmas

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Música

Érase una vez una orquesta…

A la que me enganché en mi adolescencia cuando era un alumno de bachillerato en el Instituto Pérez Galdós en Las Palmas de Gran Canaria, gracias a la feliz idea que tuvo el maestro Marçal Gols, por entonces director de la Orquesta Sinfónica de Las Palmas de Gran Canaria, de organizar unos estupendos ciclos de conciertos escolares. Recuerdo que venían los músicos al Instituto para darnos a conocer los instrumentos y sus sonidos, los conjuntos de cámara -partiendo del cuarteto de cuerdas- y desde allí ¡al Teatro Pérez Galdós! con la orquesta al completo, interpretando algunos movimientos de conciertos y sinfonías y, para finalizar, una iniciación a la ópera mediante la escenificación de “La Serva Padrona” de Pergolesi, con la orquesta en el foso.

Fueron muchas las vicisitudes que atravesó aquella orquesta primigenia, surgida en el seno de la más que centenaria Sociedad Filarmónica de Las Palmas de Gran Canaria, de la que me precio de ser socio, hasta llegar a la actualidad, especialmente por el salto cuantitativo y cualitativo que supuso la creación, en 1980, de la Fundación Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, por parte del Cabildo de la Isla. Atrás quedaban muchos años de esfuerzos y de carencias de todo tipo que los y las profesionales de la música superaron con entusiasmo y actitudes altruistas. Siempre contó la Orquesta con los aplausos y afectos de quienes la seguíamos de manera incondicional.

El recorrido ha sido largo y fructífero y no ha estado exento de tropiezos. En los cuarenta años de andadura de la Fundación OFGC, como en cualquier empresa humana ha habido problemas, pero siempre se han solventado, y es por esa experiencia previa por la que cada vez que oigo un runrún relacionado con la Fundación sé que más antes que después también se resolverá, y si es de buenas maneras mejor, con la tranquilidad de saber que el ruido, en esta ocasión, no ha sido provocado por mecanismos de regulación laboral como los ERTES y ERES de los que tanto se habla en estos tiempos de la pandemia y que, desafortunadamente, sí que están afectando a muchísima gente de casi todos los sectores de actividad, especialmente, al cultural.

Tampoco proviene el ruido de la negociación de un convenio colectivo, circunstancia que siempre es causa de fricción entre las partes o porque se esté redactando un nuevo proyecto -aprovecho para decir que, desde mi punto de vista, la Fundación anda muy necesitada de una nueva planificación, de un nuevo proyecto, por caducidad del anterior-. Aun reconociendo los buenos resultados que dio en su momento, sobre todo en la etapa de Adrian Leaper como director titular, al que me consta que se le contrató para configurar una nueva orquesta que no sólo respondiera a las necesidades culturales, educativas y sociales de toda Gran Canaria en aquellos momentos, sino que, además, aspirase a trascender más allá del ámbito insular -como de hecho así fue- convirtiéndose la Orquesta, desde entonces y sin ambages, en el gran instrumento de promoción cultural de Gran Canaria, en la embajadora de la Isla, a través de sus giras regionales, nacionales e internacionales y de su continua presencia en los medios de comunicación y circuitos culturales especializados.

¿Por qué entonces el ruido?... Reflexionando sobre la situación, aparece un escrito que la Comisión Artística de la Orquesta hizo llegar al Presidente y a la Consejera de Cultura del Cabido de Gran Canaria que, en relación con el director titular de la Orquesta, dice textualmente: “Estos tres últimos años bajo la dirección musical del maestro Karel Mark Chichon han sido artísticamente con diferencia los mejores de la historia de la OFGC, por lo que sería un verdadero desastre que una gestión deficiente o conflictiva malograra la progresión artística de la orquesta y su compromiso con la excelencia” y por si no bastara con esto, hay que reseñar que la temporada anterior (la actual con la Covid-19 se ha malogrado) fue la de mayor número de abonados de los diez últimos años.

Evidentemente todos y cada uno de los departamentos de la Fundación Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, incluyendo la Academia con sus grupos instrumentales y vocales son importantes, sin olvidar que son servicios concurrentes al hecho musical de calidad y excelencia que es el producto principal que ofrece la Fundación y el motivo por el que se llenan los diferentes espacios en los que actúa, bien sea porque el público está suscrito al abono de temporada o porque compra su entrada de manera puntual, es por tanto la demanda un criterio evaluador incontestable y una de las razones por la que el Cabildo de Gran Canaria hace la apuesta económica más importante en el área de cultura.

Mientras reflexionaba y buscaba razones de peso para entender los porqués del runrún sobre la Orquesta va Antonio Morales, presidente del Cabildo de Gran Canaria y cuenta ¡nada menos que en un Pleno! que detrás del supuesto conflicto existe un lobby cultural, una empresa muñidora y dos trabajadores -uno de ellos en periodo de prueba- que denuncian al Director de la Orquesta, a la Fundación y a la Consejera de Cultura, además de cómo había llegado a la Orquesta el titular anterior. Si estuviera en lo cierto el presidente del Cabildo, todo apunta a que las tensiones que afectan a la Fundación OFGC se generan desde fuera y por motivos ajenos a la Orquesta, a sus integrantes, al director titular y al producto musical de calidad que ofrece. Parto de la base de que todo tendrá que demostrarse y que tanto mi visión particular, como la de cualquiera, son juicios de valor que sólo valen para quienes los emiten y para quienes deseen compartirlo.

Este supuesto modus operandi que describe Antonio Morales, a decir verdad, me resulta familiar y tedioso por repetitivo y más simple que el mecanismo de un lápiz para quienes, como en mi caso, estamos bregados en luchar contra esas prácticas. El proceso se inicia al imponer a un director titular, que a su vez impone a un gerente que se vincula a una agencia musical que se vuelve mayoritaria en relación con el porcentaje artístico que se puede contratar en este país donde, procede recordarlo, están prohibidos los monopolios con fondos públicos...

Una de estas bochornosas acciones aconteció en un pasado, no tan lejano, en el que los músicos de la OFGC tuvieron que manifestarse en la calle Mayor de Triana en Las Palmas de Gran Canaria, que era donde estaba en aquel momento la Presidencia del Cabildo, tras la imposición de un gerente que había sido cesado anteriormente por acciones reprobables y que, ante la evidencia de los hechos, tuvieron que cesarlo por segunda vez.

De cuanto se publica sobre las tensiones generadas en torno a la Fundación OFGC, es más que evidente que el objetivo principal es el cese del director titular independientemente de su consolidada trayectoria y participación en las temporadas de ópera del Metropolitan de Nueva York, París, Berlín o Munich y a pesar de que la crítica del New York Times lo describa como “un director de genio que entusiasma a los públicos de todo el mundo con su carácter, pasión y musicalidad” y de paso, como otro daño colateral más, llevarse por delante si fuere necesario la carrera de un joven director de orquesta grancanario como es Rafael Sánchez Araña, a la sazón director asistente del director titular, responsable artístico de los conciertos escolares y director de la Joven Orquesta, con un contrato de servicios como autónomo y no como trabajador de plantilla de la Fundación, y no tanto por las supuestas irregularidades que pudieran haber en su contrato, que ya se encargarán los servicios jurídicos de dictaminar en base a la transparencia administrativa faltaría más, ni por su ascendencia de clase humilde, ni tampoco porque se haya costeado los estudios con su esfuerzo y el de su familia, haya tenido buena crítica tras dirigir La Traviata en la 53º Temporada de Ópera de Las Palmas de Gran Canaria, dirija a la Orquesta Sinfónica en los famosos Conciertos Populares de Navidad, entre otros, o lo haya fichado recientemente la agencia española Iberkonzert como uno de los jóvenes directores españoles de mayor proyección... ¡Qué va!. Es que el chico no se ha reportado ni ha pedido permiso para desenvolverse en el panorama cultural grancanario.

Observando este tipo de situaciones y de reacciones me reitero en la triste idea de que el lenguaje, a veces, se utiliza para mentir y, en el mejor de los casos, para edulcorar las omisiones o emitir verdades a medias, situación agravada por la Covid-19 que nos ha pillado en un estado tal de confort y yo añadiría de decadencia social, comparable al de Roma la víspera de la caída del imperio. Ruido, rumores, verdades a medias, falsedades y un único objetivo: maniobrar para el propio beneficio, aunque ello signifique sacrificar a valiosos individuos a los que se considera meros daños colaterales.

Desgraciadamente para el sector de la cultura el tiempo de pandemia le ha asestado un duro golpe que no creo que se solucione con viejas prácticas y argucias por parte de quienes se resisten a aceptar la nueva realidad, antes bien la situación que padecemos es el caldo de cultivo propicio para dar razones a quienes consideran que todo lo que no sea crucial en estos momentos es una frivolidad- que no lo es- y acabar sepultando lo que tanto ha costado construir.Las maniobras desestabilizadoras y el ruido, en las actuales circunstancias es lo peor que le puede ocurrir a nuestra querida y espléndida Orquesta y es suicida mostrar a una población que sufre, y realmente sufren, un conflicto artificial e ininteligible.

Creo poder asegurar que la Fundación OFGC no sólo no es la que genera el conflicto, sino que por el contrario, es víctima de tensiones interesadas generadas, al margen de la misma. Le corresponde al Pacto de Progreso que rige los destinos del Cabildo de Gran Canaria y mayoritariamente el de la Fundación OFGC, resolver la situación que mecanismos para eso tiene.

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