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Billete de vuelta

El retorno del Emérito

Seguramente no obró el Emérito como corresponde a su dignidad al tomar en avión las de Villadiego y sentar sus reales en la jaula de oro de Abu Dabi. Reconozcamos que buscar refugio a sus desmanes fiscales en el Golfo da para un juego de palabras y unos cuantos memes, tantos como los que se idearon con miras a la regia bragueta. Pero sobre todo ofrece munición certera a aquellos que desde la segunda fila del Gobierno y la vanguardia del nacionalismo desintegrador catalán y vasco pretenden, con una patada en las posaderas del padre, allanar el camino al hijo a la guillotina, metafóricamente hablando.

Resulta acongojante –incluso adjetivo más contundente y malsonante si se trastocan algunas letras del anterior– que los mismos que calificaron de huida culpatoria la marcha de Juan Carlos I a la península de Arabia no abrieran la boca ni tildaran de delictiva la escapada del prófugo Puigdemont escondido en un maletero para burlar a la Justicia y buscar asilo en el paraíso político belga, desde donde sigue ejerciendo su labor de mosca cojonera. Que se sepa, el Emérito no está, por ahora, reclamado por los jueces, y el otro, sí.

De igual manera, también chirría que sean los más recalcitrantes acusadores de los supuestos delitos del anterior monarca y los más críticos con su propuesta de regularización los mismos que no dijeron esta boca es mía, más bien al contrario, lo alabaron por honesto, cuando Monedero decidió ajustar cuentas con Hacienda. ¿Acaso no es el mismo camino emprendido por el ex número dos de Podemos, que prefirió pagar antes de que el fisco le echara el guante por defraudador? Esa distinta vara de medir va a acabar con la carrera de estos chicos, que llevan la superioridad moral de la izquierda pegada a la boca como si se tratara de una caries.

El abdicado quiere volver a casa por Navidad, como los emigrantes del turrón El Almendro, a tomar las uvas en Zarzuela, si el Rey, su hijo, se lo permite y no le deja en el plato las uvas de la ira, que no son doce sino un racimo denso.

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