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Juan Francisco Martín del Castillo

Nochebuena en la izquierda

Debe de ser toda una experiencia compartir Nochebuena en la casa de las izquierdas. Dicho de este modo, alguien me podría echar en cara que establezca una generalización gratuita, y tendría toda la razón. Por ello, se hace necesario concretar el dominio de aquella primera afirmación. Para el caso, la casa de las izquierdas es la morada de Luis García Montero y Almudena Grandes, preclaros representantes de eso que se ha dado en llamar la portavocía del progresismo. El poeta fue, por ejemplo, candidato político por las listas de Izquierda Unida y la prosista, por su parte, es el faro que ilumina al desconsolado desde las tribunas de El País. Sin embargo, y para mi particular sorpresa, me he enterado de que la hija del matrimonio, la viva imagen de su madre, al menos en el físico, es firme seguidora de la Falange Española. Un hecho extraordinario, inusual de todo punto, y, desde luego, un fenómeno a comentar. Elisa García Grandes, que esa es su gracia, ha llegado incluso a dictar conferencias en la hermandad de la facción en la capital madrileña. Estudiante de Filosofía y futura especialista en el mundo medieval, no duda en glosar las bondades del nacionalsindicalismo, olvidándose, siquiera por un momento, de la estirpe familiar a la que pertenece.

En esta casa, decíamos, debe ser una experiencia sublime la celebración de la noche de las noches. Una jornada singular que, desde la ideología de los padres y la de la hija, tiene que ser un encuentro entre bloques, como si chocaran violentamente las placas tectónicas del universo militante. Para mí, semejante escenario supone la culminación de un sueño, un deleite pocas veces al alcance de un mortal. Me solazo con la idea de representar los papeles a desempeñar por cada uno de los comensales sentados a la mesa. Por un lado, cómo no, y a la izquierda del observador, los padres, haciendo profesión de fe, y por el otro, la hija, que no se quedaría atrás en la defensa de su credo. Y me entretengo en imaginar la charla de la ocasión. ¿Se atreverán el poeta y la novelista a impartir doctrina como suelen hacer a mansalva o, por el contrario, callarán ante la llamada de la sangre? La chica, quizás ahíta de tanta idea progre, recurra a lo socorrido y margine el enfrentamiento. Pero esta escena, digna del mejor vodevil, por mucho que sea el esfuerzo en su imaginación sólo será real en la intimidad del domicilio paterno. Qué pena que no sea retransmitida por la cadena pública de televisión, porque, a buen seguro, sería un instante impagable del progresismo.

La Nochebuena de las izquierdas tiene el cariz de un momento único, mágico de algún modo. Algo así como: “Pásame el pan, niñata fascista”, a lo que se respondería: “Aquí lo tienes, sectario del copón”. En fin, me apasiona el sentimiento de rebeldía de la muchacha, de su abierta oposición en un hogar en el que no había descanso a la ideología. Esto es lo que tiene la izquierda eterna, la de siempre, la que dice a los demás cómo hay que pensar, para luego, en su propia casa, encontrar el reverso de la moneda. Y, ya puestos, me congratulo con el desafío de la joven al dictado ideológico y me solidarizo con su búsqueda de libertad, aunque no con su elección, la Falange de las JONS, pero eso es lo de menos. Qué quieren que les diga, daría un potosí por compartir esa Nochebuena tan especial en casa de los Montero.

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