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Guillermo García-Alcalde

Pedro Pablo Marrero Henning, paladín atlántico y mediterráneo

Soñaba con la Fundación Archipiélagos, una de las muchas ideas que concibió para fortalecer los vínculos canario-baleares y conseguir un flujo de ida y vuelta en el intercambio de conocimientos y culturas. Pedro Pablo Marrero Henning, miembro de una familia grancanaria muy estimada por sus contribuciones al progreso insular, eligió Mallorca como centro de residencia y trabajo. Alli fundó familia y desarrolló su prestigioso despacho jurídico, sin olvidar un solo instante el origen atlántico. Sentía entusiasmo por las identidades y los particularismos de la España archipelágica, que tanto aportan a la diversidad del país aunque, por desgracia, no sean valores estimados en su justa medida.

Luchó bravamente por la Fundación, viajó muchas veces a su tierra natal para dar conferencias y estimular diálogos, hablar con los representantes académicos y políticos e insertar en el ánimo popular el conocimiento de las riquezas sociales y culturales que animaban su iniciativa. Los largos años de enfermedad dejaron en expectativa los resultados de tanto denuedo, y sería muy valioso que alguien los adoptara con la disponibilidad de tiempo, la voluntad y el don de gentes que él regalaba a manos llenas.

Era un gran abogado, a cuyo despacho afluían muy importantes clientes españoles y extranjeros. Paralelamente, fue persona de verdadera calidad en la cultura, aficionado al arte y la música, conversador de espléndida vena que sabía enlazar con exquisitez las palabras de sus interlocutores y las propias: en resumen, amigo inteligente y amable, en posesión de una educación refinada, a enorme distancia del discurrir exhibicionista. Los medios de Prensa Ibérica en Baleares y Canarias gozaron de sus aportaciones en los respectivos consejos de administración, indudable prueba de la estima de Javier Moll de Miguel, presidente de ambos. Esta amistad llegó a ser un vínculo casi familiar en el plano afectivo, paralelo del profesional por la confianza que merecían las valoraciones de Pedro Pablo en los asuntos a debate.

Su hijo mayor, otro gran abogado, asumió la responsabilidad del despacho desde el comienzo de la enfermedad, y su hija Mercedes, periodista, dirigió la emisora de Diario de Mallorca y es columnista de muy estimada firma en nuestras páginas. Su esposa, Montse Fuster, desarrolla importantes acciones solidarias y goza de profunda estima. Aquí, en Las Palmas, guardamos permanente memoria de su hermana, la brillante historiadora Mapi Marrero Henning, que fue en vida profesora y directora de la Universidad a Distancia. Con todos ellos queremos compartir este tiempo de tristeza cruelmente gestado durante varios años de tratamientos médicos.

Pedro Pablo recibía a todos los canarios que le visitaban en su finca custodiada por dos imponentes bardinos canarios. Era un anfitrión perfecto en el sentido clásico: acogedor y amable, generoso en la conversación, infalible en las evocaciones. Sin duda ha dejado notas o textos completos de su pensamiento abstracto y sus ideas concretas. A sus deudos dirigimos el deseo de que sean publicados, persuadidos como estamos de su interés. Se habla a veces de honorables representantes canarios en el exterior, “cónsules” en potencia, que prestan desinteresadamente su prestigio al del territorio y la sociedad de donde proceden. Posiblemente ha sido Pedro Pablo el mejor de todos para Canarias.

En esta convicción hacemos votos por el reconocimiento insular de su huella, al tiempo que damos por hecho que él no la esperaría. La calidad interior es homónima de la modestia y nuestro querido amigo fue así toda la vida, en insuperables términos de discreción. Descanse en paz.

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