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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

Ahorrar, pero ¿para qué…?

Querido amigo; llega fin de año y no parece que nadie quiera quedarse sin celebrarlo, y aunque puede que la mayoría de la gente no se pueda gastar mucho dinero, nadie quiere perderse la fiesta este año.

Y me parece bien, Gregorio, porque la pandemia no ha hecho más que empeorar con las nuevas cepas del virus que se están extendiendo por todo el mundo. Así que, no sé de qué nos va a servir ahorrar lo poco que tenemos si pensamos que tampoco vamos a tener tiempo de gastarlo.

Vivimos un año de tanta incertidumbre que está provocando situaciones como la que he presenciado hace poco en la calle Triana cuando, a plena luz del día, un jovenzuelo equipado con chándal y botines le arrancaba a una señora de las manos el dinero que acababa de sacar del cajero automático. Todo fue tan rápido que nadie tuvo tiempo de hacer nada por detener al ladrón.

Conozco a un vendedor de Telde que se dedica a suministrar ropa y otras cosas a los pequeños comercios del sur y a muchos clientes particulares que ha ido fidelizando, para lo que dispone de un amplio furgón que lleva cargado de mercancía.

Un día, después de hacer su recorrido desde primeras horas de la mañana, salió para Telde a eso de las dos y media, y como quiera que nunca tenía tiempo de desayunar sino de picar un tentempié en algún bar, sintió de repente una flojera de estómago que le obligó a buscar un excusado con urgencia.

Y fue a lo largo de la calle comercial de Vecindario que intentó encontrar un bar o restaurante para solventar la emergencia que se le presentaba, pero, a pesar de las muchas cafeterías que hay en esa calle, parece que cuando más las necesitas no las encuentras.

Total, que viendo que aquello no tenía remedio, paró en una de las calles secundarias y dentro del furgón evacuó por fin sus congojas en una bolsa de plástico con una solemne cagada que llenó casi media bolsa.

Luego, liberado ya de aquella presión, se fue a dar un paseo para depositar sus defecaciones en un contenedor de basura. Pero, he aquí que unos amigos de lo ajeno que circulaban con una moto por la calle principal, pasaron junto al vendedor y, como alma que lleva el diablo, le arrancaron la bolsa de las manos y se la llevaron…

Enseguida apareció un grupo de peatones que había visto el incidente, pero encontraron que la víctima, en lugar de lamentarse, no paraba de reírse.

Le costó contar los pormenores de semejante atraco a aquella buena gente, pero al final, todos se contagiaron de su risa, pensando en la sorpresa que se iban a llevar los dos maleantes cuando fueran a repartirse el botín, que aún estaría calentito dentro de la bolsa…

Como verás, Gregorio, el dinero siempre acaba siendo una mierda.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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