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Esteban Santana

La escuela canaria merece un premio

Estos días me he llevado la alegría de ser nominado por el jurado de los IV Premios Educa Abanca entre los diez profesores de Primaria de España donde bareman la calidad docente, la praxis empleada, el trato con el alumnado y la preocupación por el futuro de sus alumnos. Todo esto recogido en base a evidencias de los propios alumnos y familias, de trabajos de investigación, formación, etc. Unos premios conocidos como los “Goya de la Educación” que realzan la figura del buen docente y que tienen como característica principal que ningún profesor se puede presentar individualmente, ya que deben ser sus alumnos quienes lo propongan, tal y como recogen sus bases.

Desde el anuncio el pasado 5 de diciembre, he pasado por algunos medios de comunicación y más de uno me ha preguntado qué es lo que tiene mi nominación, por qué he sido nominado. A todos les respondo lo mismo, “magia no hago” y “para lograr que mis alumnos aprendan hay que llegar al corazón de cada uno de ellos”. Esto que parece algo elemental, no es lo habitual. En multitud de ocasiones nos encontramos a alumnos que por una u otra razón “no encajan” dentro de la normalidad del grupo y “sobresalen” en positivo o en negativo, haciéndose notar en clase, algunos demandando y otros aburriéndose por desmotivación.

A veces nos ocurre en nuestra profesión que tratamos de ver al grupo y no al alumno de manera individual. Nos preocupamos más de terminar contenidos que de verificar cómo está siendo el aprendizaje. Porque lo que está claro, y ustedes estarán de acuerdo conmigo, es que no hay dos alumnos iguales. Mi hermano y yo, gemelos genéticamente iguales, con la misma falta de vista e incluso con las mismas aficiones,... somos distintos. Él es de ciencias, le encantan las matemáticas y yo soy de letras, me gusta todo lo relacionado con la escucha, el habla, la escritura y la lectura. Yo fui durante algunos años la “oveja negra” porque me aburría en algunas clases y con algunos profesores, pero con otros disfrutaba. Todavía recuerdo con especial cariño a mi seño Chita, la que me enseñara a leer y escribir en su escuela-cueva en La Montañeta, los maestros del colegio, don Julio, don Gustavo, don Juan Alberto, doña Angelina,... Recuerdo con especial cariño mis tiempos del instituto, disfrutando de las clases de Diego en Biología, las de Germán en Inglés, que supo ver que yo no era un “Muy Deficiente” sino que podía ser sobresaliente, las de Cloti en Historia o las de Geni en Latín. Y posteriormente en la Universidad las de Ramón Díaz, Magui, Nacho, Alex Hansen, Gerardo, Alejandro y sobre todo las de mi profe favorita, Enma Pérez Chacón, que me hizo ver de otra manera la Geografía y levantó en mí la pasión por esta materia.

Howard Gardner, profesor de psicología y ciencias de la educación en la Universidad de Harvard, padre de la teoría de las Inteligencias Múltiples, demostró, hace algunos años ya, que la inteligencia no es algo innato y fijo que domina todas las destrezas y habilidades de resolución de problemas que posee el ser humano. Todos tenemos nuestros talentos, hasta aquel niño que en clase no hace nada y solo interrumpe constantemente. Me viene a la cabeza Benito, un alumno mío de hace muchos años, desmotivado para la enseñanza reglada pero que era muy avispado en lo concerniente a lo Lógico-Matemática, era capaz de resolver problemas de la vida diaria como el primero.

Teniendo en cuenta que no hay dos alumnos iguales, a mí lo que me ha funcionado es hacer lo que hicieron los buenos maestros conmigo. Motivación, hacerme creer que valía para algo. Buscar en cada uno de mis alumnos lo mejor de cada cual. Esa es la clave.

Y esto que estoy tratando de hacer con mi alumnado desde hace algunos años, lo vienen realizando muchísimos docentes canarios que de manera silenciosa están trabajando a “pico y pala” cada día por la innovación, por implementar nuevas metodologías, por una educación más inclusiva. Por ello, esta nominación no la vivo como una nominación personal, sino como una nominación a la escuela pública canaria, que en muchas ocasiones sin apenas medios materiales trata de llevar en volandas a su alumnado al éxito educativo. Me vienen muchos nombres a la cabeza pero si me lo permiten quiero nombrar a algunos docentes de esos que merecen un premio con MAYÚSCULAS como a Carmen Terrón, Gloria Ruiz, Andy Marrero, Cristina Blanco, Juan José Gil, Yeray Alemán, Ana Carlier, Lucía Rodríguez, Jovita Pérez, Diana Arencibia, Estíbaliz Hidalgo, Víctor Perdomo,… y tantos otros que lo dan todo, día a día, por la Educación, por sus centros educativos y por su alumnado. Tratan no solo de formarse y ser mejores profesionales sino que cada uno de ellos trata de mejorar el sistema público de una u otra manera, desde el puesto que están desempeñando. Se están haciendo muchas cosas bien en Canarias y no debemos tener miedo a visibilizarlas, a compartirlas, para aprender unos de otros y que las paredes de las aulas se conviertan en grandes ventanas por donde entren y salgan multitud de experiencias de aprendizaje que pueden ser replicadas en cualquier centro de cualquier lugar del mundo. Por ello, si hay que dar un premio, yo se lo doy a la escuela canaria.

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