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José A. Luján

Piedra lunar

José A. Luján

Confesión de Vargas Llosa

En no pocas ocasiones, hemos sostenido que una columna literaria airea las páginas de un periódico. Más allá de la información noticiosa, en la prensa escrita topamos con artículos que ofrecen opiniones personales sobre hechos de actualidad. Son elaboradas por periodistas que se ponen a la tarea nada más la noticia les ha caído sobre la mesa de redacción.

Estas columnas se podrían categorizar en paralelo con las secciones del periódico, y son escritas con la urgencia que la actualidad requiere: política local, regional o nacional; deportiva; economía; cultura; espectáculos, obituario; sucesos. En este caso, el periodista muestra su agilidad para cubrir un recuadro que se enmarca junto a la detallada información de un acontecimiento. Noticia y opinión afloran de manera simultánea.

Sin embargo, más allá de estas columnas, el periódico ofrece artículos de opinión o columnas literarias elaboradas con sosiego, desde una cierta distancia de los hechos acontecidos. La autoría parte de colaboradores, escritores o investigadores que opinan sobre temas de su competencia.

Una variante de estos textos es la columna literaria elaborada por un autor, desde su plena libertad, sin caer en la exhaustividad de datos y frecuentemente con plasticidad metafórica. Este hecho origina un estilo propio basado en la construcción sintáctica, sin obviar la adjetivación. Son textos que están en la rampa de la intemporalidad, y que se pueden leer en fecha distinta y distante de su publicación, sin que pierdan su frescura argumental.

Dicen y repiten los maestros del periodismo que este tipo de columnas son como una morcilla, donde cabe todo y se puede rellenar con diversos ingredientes, pero que exige dos cualidades: saber amarrarlas tanto por arriba como por debajo. El escritor debe escribir sobre aquello que siente profundamente, aquello que su sensibilidad, su temperamento y sus demonios interioores le empujan a desvelar.

En un reciente artículo, publicado por Vargas Llosa en El País, (15.11.2020) bajo el habitual rótulo «Piedra de Toque» y que titula «Treinta años», hace referencia a la manera de afrontar la escritura de su columna. El referente de este texto es el propio autor, que se observa a sí mismo en el proceso de elaboración del texto. Es una confesión ante el compromiso que adquirió hace tres décadas de publicar en el referido periódico, y que había sido una secreta ilusión. Vargas Llosa hace un prontuario que se convierte en espejo en el que se pueden ver reflejados otros colaboradores que publican en medios más provincianos, que manejan una prosa buena y funcional. En su caso, la difusión en América latina, Europa, Nueva York, lo aleja de temas localistas.

En la columna escribe de todo y sobre todo y le lleva una jornada elaborarla. Luego se la da a tres amigos para que la lean antes de publicarla. Confiesa que buscar el título implica su primer esfuerzo, y lo persigue mientras corre al aire libre por la ciudad en la que se encuentre. El título es el corazón del artículo y cuando lo tiene escribe el texto con extrema facilidad. Nada le divierte tanto como escribir un artículo. Lee tres periódicos al día, le gustan los de papel y consulta detalles en digital. Dice que se encuentra influenciado por los existencialistas franceses y el compromiso con la escritura que le infundía Sartre, sin llegar a perderse en la fantasía. En todos los artículos, aunque a veces de manera genérica, expresa su compromiso sociopolítico. En este que comentamos, y que no es exclusivamente metaliterario, dice que los enemigos de la libertad son el populismo y la corrupción, a la vez que expresa una crítica al capitalismo. Confiesa que tiene una vocación eterna con la escritura y la esperanza de que siempre haya un periódico que acoja su «Piedra de Toque», que seguirá escribiendo en función de la historia, hasta el final de su tiempo.

Asumiendo que el título es el corazón del artículo, confesamos que los de esta «Piedra Lunar» nacen en caminatas por la Avenida Marítima o por calles del antiguo barrio de Vegueta. Y siendo ‘piedra’ trasunto de realidad y ‘lunar’ de ficción, el texto se impregna de volcán y de brisa atlántica. Y luego, a escribir. Así, han pasado 25 años, con tres colectáneas y 520 columnas. Una pasión que nos invade como la yedra trepa por el muro.

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