“Te gastas menos que un ciego en novelas”. Siempre me ha hecho gracia este refrán porque la tiene: soy ciego y, gracias a la ONCE, he podido estudiar Periodismo, aprender inglés, jugar al ajedrez, manejar un iPhone… y, sí, leer gratis. Para cualquier profano en ceguera, nuestra institución funciona como un reloj. Para los que estamos dentro, en muchos aspectos también. El problema surge cuando las novelas las publica y las comercializa un/a escritor/a a quien, después, premian en un concurso en cuyas bases se excluye a autores/as que hayan cobrado por sus obras. Ahí, el dicho pierde la gracia y el reloj ONCE se vuelve disfuncional…, máxime cuando se prescinde del huso canario.

Ya habrán intuido que me encuentro en el lado menos soleado de la realidad y no solo por vivir en Valladolid, que también. En pleno confinamiento, presenté una historia preciosa de amistad que no entiende de distancias, con Canarias como telón de fondo, al Concurso Europeo de Redacción sobre el Braille. Tenía la materia prima: amor incondicional al sistema de lectoescritura de los invidentes y la inspiradora experiencia de impartir clases virtuales a cuatro canariones/as. Y poseía la materia gris: nociones métricas y rítmicas para narrarlo todo en verso. Súmenles a estos ingredientes las ganas de recompensar a mis amigos/as pío-pío por la calurosa acogida que me habían brindado, permitiéndome intervenir cada semana en UD Radio desde la gélida Pucela, y obtendremos el cóctel perfecto. "Al fondo de la red”, nuestro programa, merecía un Ondas, aunque fuera precedido de “micro”, pero lo que le han hecho a “El huso canario”, nuestra poesía, sí que es de premio “macro”.

Envié nuestro poema con dos extras a considerar. El primero, una portada con un reloj manufacturado con puntos braille. Podría haber mandado el trabajo por correo electrónico, pero decidí ser consecuente con mis pasiones. El segundo: tuve la desfachatez de aplicar las bases del certamen. Ideé un trabajo que difiere del relato de la propia vida (tercera persona). Escogí un formato original, tal como una carta, una poesía o una entrevista. Plagué la obra de referencias que denotan, sin impostura posible, mi devoción por el braille, por el léxico canario y por sus gentes. Y le añadí hallazgos sorprendentes incluso para un “braillista” confeso, como la palabra que se forma al suprimir el punto seis de nuestro alfabeto en determinadas letras, relacionándolo, de ahí el título, con la hora de menos en las islas. Solo cometí un error, que en realidad no lo fue: no haber emulado, antes, a Galdós.

En verano, supe que nuestro trabajo no fue seleccionado por la ONCE como uno de los cinco mejores a nivel nacional y, en otoño, conocí los premiados por la Unión Europea de Ciegos. Todo estaría en orden si los/as afortunados/as se hubieran acogido a las normas igual que yo. Nada lo está. Más allá de que “El huso canario” era el único poema y de la debatible pero, en mi opinión, escasa originalidad de algunas redacciones galardonadas, dos de los cinco triunfadores/as nacionales y la ganadora absoluta por Europa, retribuida con dos mil dólares, han cobrado por novelas anteriores. Hay más: la obra que debería haber deslegitimado la candidatura de María Jesús Cañamares comienza… ¡con un relato premiado por la EBU en 2012!

Todo queda en casa...

Con el Día Mundial del Braille recién celebrado, no puedo dejar de pensar que, con actuaciones así, mi organización es un reloj disfuncional. Si, por una vez, el jurado aplicara el huso canario, la ONCE, en esta ocasión, bien podría llamarse… DIEZ.