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Antonio Morales y una triste anécdota

A veces la Historia se escribe con reglones torcidos, pero es conveniente y saludable, para una sociedad que se precie de aspirar a la excelencia moral en el comportamiento de sus representantes políticos, exigir que el relato que se nos cuente de cualquier asunto público sea lo más veraz posible. En la Presidencia del Cabildo de Gran Canaria se ha instalado, desde que la preside Antonio Morales, una fábrica de contar mentiras o medias verdades que se aplica a cualquier tema que incomode a su percepción de cómo tiene que ser la sociedad grancanaria.

Véanse, por ejemplo y con la proyección de tiempo correspondiente, el asunto Amurga, la multiplicación de contratos de asesores, irregulares concursos para cubrir puestos públicos, el escándalo urdido desde la anterior de sus legislaturas con la Orquesta Filarmónica, los suntuosos gastos de propaganda, artistas e intelectuales y hasta ONGs... Todo en un gobierno que se precia de ser progresista.

Este problema – el del que la Presidencia de la principal institución insular la ocupe una persona que hace continuos ejercicios de división sobre la sociedad grancanaria - no es sólo político; es un problema de liderazgo moral. Nuestros líderes deben unir, no dividir; escuchar, no imponer; conquistar con la ejemplaridad, no comprar voluntades con dinero público. Con todo, desde el Cabildo se están realizando acciones interesantes, con inversiones diseñadas para el bien común. Afortunadamente, hay personas válidas al frente de buena parte de las consejerías, pero con esta reflexión pretendemos amplificar el sectarismo que destilan algunas de las decisiones de una persona llamada a ser ejemplar.

Hace unos días ha ocurrido una triste anécdota en el último pleno del año 2020. Una anécdota que resume el ambiente que salpica la política cabildicia de Morales. Se votaba, por segunda vez porque la primera convocatoria realizada por el Gobierno de Canarias hubo de suspenderse con motivo del Covid, las nominaciones que la institución presentaría a los Premios Canarias. Morales presentó, para su aprobación en pleno, varios candidatos a las nominaciones en curso.

Entre ellos figuraba el Servicio de Patrimonio Histórico del propio Cabildo a propósito de la declaración por la Unesco del Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria como Patrimonio de la Humanidad, en julio de 2019. La proposición fue enmendada por Marco Aurelio Pérez, portavoz del PP, con el fin de que se incluyera en la misma al descubridor del yacimiento y, más importante aún, al profesional que investigó y certificó el fenómeno solar que ha encumbrado a Risco Caído, el arqueólogo Julio Cuenca.

El investigador grancanario fue director científico de ese proyecto hasta que fue apartado del mismo por el presidente de la institución Insular, aduciendo divergencias de criterio sobre cómo gestionar el legado de los canarios en las Montañas Sagradas. La sorpresa en el pleno al que nos referimos, el pasado 30 de diciembre, fue que, a pesar del empecinamiento verbal de Morales en sus intervenciones personales en el mismo contra lo que era de justicia, el resultado salió favorable a la enmienda del representante del PP gracias a la rebeldía de última hora de algunos consejeros de Nueva Canarias y PSOE, incómodos ante la cabezonería de Morales.

En primer lugar, nos parece pueblerino que se quiera premiar a un departamento compuesto por funcionarios de la propia institución que los nomina. Son profesionales, la mayoría muy solventes, que lo que deben es hacer bien su trabajo; para eso se les paga con los impuestos que sufragamos los ciudadanos. En todo caso, y ante un esfuerzo especial, existen fórmulas de compensación por horas extras o incluso agradecimientos en forma de menciones en un pleno de la institución correspondiente. Pero ¿nominarlos al Premio Canarias desde el propio Cabildo, y encima dejando fuera al arqueólogo que descubrió tan importante enclave arqueológico? La altura institucional debe prevalecer. Siempre.

En segundo lugar, quienes conocen los entresijos de la historia saben que Cuenca, además de su papel fundamental para construir el relato que llevó a la Unesco a premiar la candidatura de Patrimonio de la Humanidad, es un profundo conocedor del legado de los aborígenes en nuestras cumbres. Gracias a sus investigaciones arqueológicas, el arqueólogo grancanario fue poniendo en valor ese espacio mágico/religioso que concluyó con su descubrimiento astronómico en la cueva de Risco Caído. Posteriormente, se responsabilizó de la dirección científica del proyecto por encargo del anterior presidente del Cabildo, José Miguel Bravo.

Y aquí llegamos al meollo del asunto. Estamos convencidos que no es amor por el funcionariado lo que impulsó a Morales a proponer al Servicio de Patrimonio Histórico para el Premio Canarias. Queda en el aire la sospecha de que fue una operación ideada para que no prosperara la nominación de Julio Cuenca patrocinada por la Asociación de Periodistas de Las Palmas a la que se adhirieron dos de los cuatro municipios implicados en la geografía catalogado por la Unesco, Tejeda y Agaete, la Asociación de Cronistas de Canarias y la Asociación Cultural Maho.

¿Por qué Antonio Morales margina a Julio Cuenca? ¿Por diferencias acerca del futuro del proyecto de las Montañas Sagradas o por la postura contraria del historiador con respecto al megaproyecto de Chira-Soria que Morales ha convertido en un asunto prioritario de su gestión? Hay que recordar que Cuenca fue uno de los 75 profesionales que firmaron una carta, en la primavera de 2019, pidiendo a Morales un debate público, con expertos internacionales, ante un proyecto tan importante para el desarrollo sostenible de la generación de energía en un territorio tan frágil y maltratado como el nuestro. Morales se negó. Y por eso ahora está molesto con la contestación ciudadana a un proyecto de notable impacto ambiental y que cede el control de la energía a una multinacional durante medio siglo.

Destacamos que cualquiera tiene derecho a albergar una buena o mala opinión, científica o personal, sobre el arqueólogo, pero negar su fundamental aporte a Risco Caído y sus sinergias culturales es faltar a la verdad y querer relatar la Historia con renglones torcidos.

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