Como ocurre con los Reyes Magos, Ciudadanos no existe, el centro liberal español no existe y las pruebas de la existencia de Arriaga son puramente circunstanciales. Básicamente se limitan a su nómina. Después de una larga agonía la dirección nacional de Ciudadanos, o lo que en estos territorios ultraperiféricos significa lo mismo, Melisa Rodríguez, se decidió a designar a Arriaga como coordinador de Ciudadanos en Canarias. En la configuración de la dirección del partido los militantes de Cs en las islas no han pintado absolutamente nada, porque en realidad la organización liderada por Inés Arrimadas funciona más como un club de fans que como un partido político. Ciudadanos es tan democrático -- y pronto será tan numeroso – como una pareja de la Guardia Civil. Si Arriaga fue designado coordinador no se debió a su excepcional talento político o a su deslumbradora capacidad de liderazgo, sino porque es el cargo público más relevante entre sus compañeros, nada menos que la Vicepresidencia del Cabildo de Tenerife, con su despacho, su tropilla de asesores y asimilados, sus fanfarrias y presupuestos importantes en sus áreas de gestión.
Sin embargo Arriaga no puede gobernar Ciudadanos a base de ukases. No puede gobernarlo de ninguna forma porque es un agregado de individualidades, no una organización disciplinada y cohesionada en la que se comparta un programa y una responsabilidad común. Ciudadanos cuenta con dos diputados en el Parlamento de Canarias: Vidina Espino y Ricardo Fernández de la Puente, que además es, supuestamente, el coordinador del partido en Tenerife. Con la abstención de cualquiera de ellos podría triunfar una hipotética moción de censura respaldada por CC, PP, la Agrupación Socialista Gomera y la diputada (disidente) Sandra Domínguez. Desde el grupo mixto Espino y Fernández de la Puente se han mostrado muy críticos con la gestión del Gobierno autonómico, en particular, desde el estallido de la pandemia. Cambiar inopinadamente la estrategia de una oposición dura hacia un apoyo discreto al Ejecutivo se les antoja impresentable, y tienen toda la razón. En particular Espino, maltratada con cierta frecuencia como respuesta a sus preguntas en pleno y comisión, no parece demasiado dispuesta a sostener un Gobierno como el presidido por Torres.
Y Arriaga no tiene nada que hacer al respecto. Bueno, sí: puede pedir otro platito de jamón de Jabugo si invita Román Rodríguez. Solo me incomoda que al final la tapita – y los postres -- la hayamos terminado pagando nosotros. Oh melancolía, dime quién les puede amar.