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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

Madrid ya es zona catastrófica

Visto desde fuera, Madrid es zona catastrófica sin necesidad de hundirse en la nieve, pero es posible que la tempestad haya acentuado dicha calidad. Totalmente de acuerdo por tanto en que se le otorgue el título de Villa y Corte Catastróficas, no solo en la temporalidad del deshielo sino a perpetuidad. Y que se legisle la obligatoriedad de reseñar esta vocación cataclísmica en cada mención. Eso sí, conviene que los telediarios madrileños mal llamados nacionales omitan las imágenes de los nativos esquiando escaleras abajo, de los zagales castizos deslizándose en improvisados trineos, de las batallas de bolas de nieve entre majas y majos, por no hablar de la artística manufactura de orondos muñecos. Para un ateo, las estampas festivas pueden disentir del catastrofismo anejo a la metrópolis.

Con los primeros copos, desde el no Madrid amortizábamos el drama pensando que ya estaba la urbe monopolizando la catástrofe nacional.

Descontábamos el exceso de atención ombliguista, nos costó más de un atasco comprobar que esta vez iba en serio. En los tramos del ochenta por ciento de información dedicada a la capital catastrófica que no se ajustan a la hipérbole, se debería añadir una advertencia o trigger warning, como la obligada ahora para avisar del racismo de Otelo. Se trasladaría así a los espectadores que no se hallan ante la acostumbrada exageración.

“Nadie es herido dos veces el mismo día”, pontificaba Churchill, pero la catástrofe disparó a Madrid en ambos Ferragamo. Eso sí, fue hermoso contemplar el detalle hiperrealista al que descendían los conductores de los telediarios, para que en provincias nos admiráramos de joyas como el gigantesco centro comercial de Sanchinarro. Su miniaturismo contrastaba por fuerza con el desinterés con el que despachan al resto de España, como si se tratara de Groenlandia. Será porque en esa geografía no arman tanta bulla por una nevada.

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