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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Se está perdiendo la guerra

Dos argumentos de defensa de la gestión de la pandemia sobresalen: nadie está preparado ante algo así y ocurre hasta en los países con una eficiencia económica bien visible en sus PIB. Las socorridas ideas tuvieron cierto porvenir durante el comienzo de la emergencia sanitaria, ¿pero lo tienen ahora? Conocido es el interés del gobierno nacional y de los autonómicos por subrayar la omnipotencia del mal para evitar el reconocimiento de sus fracasos. Habría que diferenciar entre la aparición de la enfermedad como fenómeno natural que reta al orden científico, y los hitos que desencadena la misma en su evolución y que corresponde afrontar a la organización política con sus mejores métodos para la protección social. El bombazo posnavideño de la covid-19, con la advertencia de que entramos en una fase dolorosa que hay que asumir (dice Fernando Simón), resulta a todas luces un indecoroso anuncio a la resignación. Un estatus, por otra parte, ya pergeñado antes de la festividad, casi como el maquinista que conocía antes que nadie que el Titanic acabaría hundiéndose. “¡Bailad, bailad, malditos!”, gritaba enloquecido desde el puente, “que ya tendréis tiempo de arrepentiros”. Colectivizar la culpa y escarbar en la pupa de la irresponsabilidad social da grandes réditos para los que una y otra vez no consiguen enderezar la curva de los casos. ¿Se puede declarar en voz alta que nos corresponde encajar la condena cuando una gran mayoría social ha cumplido las restricciones, que o han sido pocas o no han sido útiles? Ya está bien. El hecho de que las calles hayan estado atestadas por la compra de regalos fue por la falta de vigilancia policial, y porque los políticos no quieren cosechar el rechazo del sector comercial. Nos echan la culpa a los pandemitas, a los hijos de la mascarilla, mientras ellos incumplen una y otra vez los objetivos. Pero hay que camuflarlo para evitar el coste político. Se les acaban los argumentos. Cada vez se evidencia más el agotamiento de la estructura para acogotar a la enfermedad. Dirán que a todos les ocurre lo mismo, pues entonces será que todos se están equivocando, que los planes son erróneos y que la guerra se esta perdiendo poco a poco porque los generales no terminan por diseñar la estrategia adecuada. La cantinela de que todo se debe al comportamiento de cada uno necesita contraste: seamos durísimos con los insolidarios, y después valoremos si realmente la razón de que esto no funcione está en ellos.

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