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Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

Dime que sí

Querido amigo, conozco a un individuo que está acostumbrado a cruzar la calle por donde le da la gana, y resulta que tuvo tan mala suerte que un coche vino a atropellarlo precisamente cuando cruzaba por un paso de peatones…

De un tiempo a esta parte parece que casi todo está prohibido, Gregorio, así que no es tan raro que la gente se revele y pase de las normativas que nos quieren imponer.

Siempre se ha dicho que todo lo bueno engorda o es pecado, y que todo lo que vale cuesta, pero es como decir que, para ser feliz, hay que sacrificarse, cuestión esa que puede ser muy católica y cristiana, pero yo prefiero ser feliz sin que tenga que sacrificarme o, justamente, por eso.

Todo es cuestión de aceptar el hecho de que si estás más gordito es porque te gusta comer, y si eso te hace feliz, mejor que mejor.

Contra el vicio de prohibir está la virtud de hacer lo que te da la gana, Gregorio, pero es más fácil amarrarte por una pata para que no te caigas por un precipicio que enseñarte a ser prudente para que transites sin peligro por la orilla.

Prohibir es el camino más corto, pero, también, el más incómodo para el mandado, porque el que manda es, en ese caso, el que puede hacer lo que le dé la gana, y tanto es así que, en la mayoría de los casos, las prohibiciones son una buena oportunidad para sacar partido. Solo tienes que ver que los mayores negocios de hoy se hacen como consecuencia de prohibir las drogas o la prostitución.

La administración se aprovecha también de las prohibiciones para inflar su recaudación con multas de todo tipo como, por ejemplo, las multas de aparcamiento. Dime tú, Gregorio, a quién le puede perjudicar que aparques en un sitio donde no obstruyas nada ni molestes a nadie.

Pero el que hizo la ley hizo la trampa, y el colmo es que cuando aparcas en la puerta de un garaje donde su propietario está pagando el vado al Ayuntamiento, es el propio Consistorio el que se beneficia del importe de la multa y no el perjudicado que, además de pagar su vado, tiene que denunciar al intruso y encima aguantarse si no puede salir del garaje.

Qué difícil es decir que sí en el mundo de hoy, Gregorio, y hasta parece que está mal visto por ser de personas débiles, pero lo más lamentable es que se ha puesto de moda la palabra “buenismo” como una forma de descalificar a las personas que lo practican.

En esta sociedad que llamamos del bienestar, ser malo es más atractivo y tiene más encanto que ser bueno, que es de tontos y de ingenuos. Pues, que vivan los tontos que saben decir que sí cuando hay que decirlo, a pesar de que para algunos esté mal visto.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene

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