Aparte de escupir aceitunas con puntería certera y con distancia récord, dicen sus méritos curriculares, Teodoro García Egea nos ofrece de vez en cuando alguna ocurrencia, como su sarcasmo con la inmunidad de rebaño alcanzada por los ediles socialistas que se saltaron todos los protocolos y la cola para la vacuna contra la Covid-19. Pero el cicerone de Casado no ha tenido más remedio que tragarse el hueso: el consejero de Salud de Murcia presentó ayer su dimisión, forzado por el Partido Popular, tras beneficiarse del fármaco tras una interpretación torticera de las directrices, también realizada por un buen número de funcionarios de su departamento. Se trata del capítulo de las miserias humanas, sujetos de cerebro maloliente que aprovechan su cargo para entrar dismuladamente (o por la cara) en el dispensario y exigir que les pinchen el medicamento antes que a cualquier ciudadano que cruza el paso de peatones. Más de media España esperando a que le toque la vez para vacunarse, y van ellos y se proclaman superiores al resto, con el pasaporte de que son cargos públicos y como tal son merecedores del resto de inyecciones que no han sido utilizadas: Este tipo de personajes son comunes en los contextos de las desgracias cíclicas que han asolado al mundo: desde una guerra y el hambre; desde la penicilina y la posguerra española; desde un naufragio y el rescate por turnos; desde un incendio y la escapatoria de las llamas... Los ejemplos pueden ser miles, exactos para conocer que la condición humano no ha cambiado con el tiempo, sino en todo caso ha empeorado. El responsable murciano de la Sanidad, en vez de reconocer que lo habían cogido con las manos en la masa, se inventó unos argumentos vergonzosos, siempre dando por hecho la ignorancia de la sociedad y la natural superioridad del estatus del político español (oiga, ¿sabe usted con quién está hablando?). Pero no todo es un auténtico estercolero, el PP y el PSOE no tardaron en tomar medidas disciplinarias con los que buscaban una inmunidad de rebaño exprés e irregular, atosigados, claro, por Ciudadanos, Vox y Podemos. Es un consuelo. ¿Sería capaz de matar por una vacuna? Lejos de horrorizarse, la cuestión parece pertinente más allá de los que han sido pillados inyectándose. ¿Recurriría a la violencia para hacerse con uno de los modelos de vacuna? Se trata de un interrogante en voz alta, tremendo, pero acorde con los tiempos que vivimos bajo una pandemia pertinaz.
