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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

De la PCR al PSC

Una de las purgaciones que arrastra Pedro Sánchez día a día es revisar los disparates de Pablo Iglesias e intentar bajar el nivel de la inflamación. Una parte relevante de su discurso en el comité federal se lo fumó en deshilachar la equiparación que hizo el líder de Podemos entre el exilio español y el Waterloo de Puigdemont. Tiene narices que el socio la haga en vísperas del sanedrín socialista en Cataluña. ¡Guardate las espaldas de semejante compañero de viaje, siempre a degüello!

Pero el detalle no llena de claroscuros el bodegón, que no era otro que presentar la candidatura de Salvador Illa y la marcha de Miquel Iceta al Ministerio de Administraciones Públicas, previa recolocación de Carolina Darias en Sanidad. El individuo que ha llevado el peso de la crisis del coronavirus en España no ha salido carbonizado del pasodoble de los confinamientos ni de las cifras agónicas de la Covid-19, sino más bien lo contrario: el PSC se ilusiona con la idea de hacerse con la Generalitat gracias al extraño basamento de consenso que alcanza este ministro con cara de aburrido, aparentemente despistado y con un cierto aire de desgana que le confiere una elegancia británica. Illa viene a ser a ojos de las huestes del PSOE la purificación bajo las impenetrables miserias que se tejen alrededor de una pandemia. Un amigo periodista lo explica como si fuese la fórmula química de un potente reactivo: De la PCR al PSC, que es como ir desde un frente bélico engordado de desgracias a otro donde está en juego el equilibrio emocional de la política nacional. Dos destinos, por tanto, unidos por la necesidad de la inyección -nunca mejor dicho- del karma.

En estos meses absolutamente enloquecidos, donde la sociedad española ha perdido parte de su ADN, Salvador Illa, haciendo honor a su salvatore, ha estado ahí como un busto parlante, casi pasando un hisopo lleno de agua bendita sobre las cabezas de unas audiencias en estado de corrosión por la Covid-19. Frente a la crispación y las roturas a jirones, ha triunfado el monólogo calmado de Illa, que también ha dejado a la oposición desalmada con la mera demostración de una flema que ha logrado descabezar el insulto y la humillación. Todo un adelanto.

Pero la política no tiene horizontes, o más bien el poder no descansa a la hora de señalar con el dedo a los que tienen que ir al próximo matadero, porque los mejores deben poner orden en la cadena de los desechos. Se le envía a Cataluña, su lugar de origen, para conseguir un gobierno sólido, para extraer de la autonomía la confrontación y sustituirla por la negociación. Para, en el caso de ser el más votado, buscar el apoyo de los republicanos de ERC. Para lidiar con la sedición, con los indultos, con los independentistas... Y para cotejar, si se confirman los datos del CIS, una subida de Vox nutrida por el cansancio ante tanta inacción y empacho por el exceso de rebeldía. Pedro Sánchez no cree que la victoria sea un espejismo: hace tiempo que no falla.

De la PCR al PSC tampoco tiene que ser una condena o el sacrificio del mandado a misiones de mayor calado. La pandemia empieza a transpirar la putrefacción del mal que se resiste en el tiempo. En Canarias supura la xenofobia contra el migrante invasor, hospedado en los hoteles y apartamentos de una zona turística evaporada. Cada vez son mas los casos de políticos y militares que deciden pasarse por el forro el protocolo y vacunarse, mientras la masa espera paciente su turno. Salvador Illa es la diferencia cuando el ambiente se hace irrespirable. Un tono comedido, ajustado, muy acorde con su formación en Filosofía y una seriedad inamovible que contrasta con los desafueros, la crecida de bufones y pícaros.

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