La Provincia - Diario de Las Palmas

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Marrero Henríquez

Escritos antivíricos

José Manuel Marrero Henríquez

La vida en perros

El tiempo es absoluto; es lo que es y punto. No obstante, aunque absoluto, el tiempo sólo es percibido de manera relativa. En horas puede contarse el tiempo, en minutos, en segundos. Si se es persona de iglesia, puede medirse el tiempo por el número de papas que se han consagrado a lo largo de la vida, o, si se es fiel militante de partido, puede apreciarse la vida vivida por el número de líderes que este o aquel partido han tenido. Puede calibrarse el tiempo vivido por el número de hambrunas superadas, o de guerras sufridas, o de erupciones volcánicas, o de días de Reyes, o de familiares muertos. Puede también medirse el tiempo por la cantidad de pandemias sobrepasadas.

Sean horas, minutos, segundos, papas, líderes políticos, guerras, hambrunas, erupciones, pandemias, nevadas o calimas, el tiempo seguirá su curso, el suyo, que no es relativo sino absoluto. ¿Y cuál es su curso? El vacunado a medias se hace esa pregunta porque piensa que tal vez la idea de curso, la idea de que se transita desde un sitio para llegar a otro, no dé cuenta adecuada de lo que el tiempo en términos absolutos es. Porque en términos de transcurso se le está asignando al tiempo un discurrir desde un principio hasta un final que tal vez no sea apropiado a su manera de ser. Ni siquiera cuando se piensa en el tiempo como algo cíclico (las estaciones, las mareas, la menstruación, las fases lunares, el ritmo cardiaco, la respiración), ni siquiera entonces deja el tiempo de parecer que avanza y discurre. A pesar de ello, el vacunado a medias entiende que el tiempo es, en términos absolutos, insondable, y por eso considera que es más que probable que en su dimensión absoluta el tiempo no transite.

Para no complicar las cosas y seguir con el hilo de su pensamiento, el vacunado a medias da por cierto el axioma más que dudoso de que, en términos absolutos, el tiempo sí discurre, y que, en términos relativos, el ser humano le asigna a ese discurrir diversas, relativas y variopintas unidades de medida para entenderlo y hacerlo digerible: segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, años luz, papas, guerras, sequías, nevadas, líderes. A la vez que el vacunado a medias piensa en cómo se le da forma al tiempo para hacerlo materialmente comprensible, el vacunado a medias piensa en su reciente descubrimiento del pointer inglés. No significa eso que antes de que él la descubriera esa raza de perro no existiera, significa simplemente que por circunstancias imprevistas el vacunado a medias ha tenido la oportunidad de conocer a un pointer inglés que ha llamado poderosamente su atención en tanto individuo único y en tanto raza de perro que representa. Algo así como le sucedió a Colón, que descubrió América aunque América ya estaba allí.

Estaba el pointer en Valsequillo, un pueblito del interior grancanario, y vivía en un piso. Aunque el vacunado a medias reflexionaba sobre las dimensiones absoluta y relativa del tiempo, el vacunado a medias quiso conocer a aquel animal porque le llamó la atención su foto y su descripción en el anuncio en el que su dueño lo regalaba. El animal tenía once meses, ni tan cachorro como para incordiar con pipís y cacas fuera de lugar, ni tan adulto como para ser ineducable; estaba vacunado, castrado y tenía el chip implantado. Grandes ventajas para alguien que quiere adoptar un perro con la menor cantidad de problemas posible. El pointer inglés se llamaba Toni.

El vacunado a medias se montó en la ZX10R y fue a verlo. El encuentro fue perfecto. El perro, más bien grandote, movió los belfos y lo miró fijamente, y el vacunado a medias, que siente cierto temor por los perros que no conoce, se quedó sin saber bien cómo interpretar aquellos gestos. Pero no se arredró y, al acercarse a él, súbitamente desapareció su temor y lo acarició con una amabilidad que fue inmediatamente correspondida por un animal que resultó extremadamente cariñoso y que le adelantaba el hocico y le ponía la cabeza debajo de la mano para que el vacunado a medias continuara acariciándolo.

Al agradable tacto de su cálida piel y su pelo corto y suave el vacunado a medias, que incluso sobre su ZX10R iba reflexionando sobre el tiempo en su dimensión absoluta y en la percepción siempre relativa de esa dimensión, pensó, con los belfos del perro entre sus dedos, que los pointer suelen vivir entre 12 y 14 años y que bien podría medir el transcurrir del tiempo de su vida según el número de perros que podría tener a partir de entonces. ¿Uno? ¿Dos? ¿Dos y medio? Sería estupendo y casi un milagro que a partir de entonces pudiera tener tres pointer. El vacunado a medias se descubrió midiendo la vida en perros, y al descubrirse así adquirió una dimensión del tiempo hasta entonces inusitada para él. La vida en perros no sólo fue una manera nueva de medir el tiempo y de transformar su carácter absoluto en los términos relativos de la vida canina, fue también un regalo de clarividencia para el moribundo que llevamos dentro.

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