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La suerte de besar

Adelantar por la derecha

Dudo de alguien que, sin tener el distintivo, aparca en una zona reservada para minusválidos. O en un paso de peatones o en un carga y descarga. Pienso que es alguien a quien, en el fondo, le importan poco los demás. Dudo mucho de la bondad y ética de quien siempre cree que sus intereses individuales son prioritarios. Sacar la basura cuando no toca es egoísmo. Hacerlo en el horario previsto es de buen vecino. Ante un confinamiento, arramblar con todo el papel higiénico de un supermercado es de insolidarios. E incontinentes. Solo lo hacen quienes piensan que sus necesidades, nunca mejor dicho, son más relevantes que las del resto.

Que el Rubius se vaya a Andorra me da igual. Podemos vivir igual de bien, o mal, sin compartir territorio nacional con ese youtuber que, ante sus seguidores, menores de edad incluidos, alardea de la pasta que tiene. Que se vaya porque está harto de que Hacienda le vaya detrás y se pavonee diciendo que allí pagará menos, me parece de memo irresponsable. Llevo una semana explicándole a mis hijos qué son los impuestos progresivos y la importancia de la justicia social. Gracias, Rubius, majete, que eres un majete.

Cada tarde, veo bandadas de estorninos sobrevolar delante del balcón de casa. Parecen alfombras voladoras. Figuras inmensas que se balancean con una armonía que sobrecoge. Juntos sobrevivirán y si van por libre, no durarán ni un telediario. Puede que nosotros, quienes les admiramos desde la ventana, tampoco logremos pasar a la posteridad si no somos capaces de pensar como un colectivo. Restauradores, empresas de ocio nocturno, gimnasios, rent a car, parques infantiles, hoteleros, peluquerías… Cada día, un nuevo sector manifiesta su legítimo descontento. Solo el suyo. Y a estas alturas de la película, parece que para salir de ésta vamos a necesitar mirar más allá de nuestra frustración, unir fuerzas y sinergias. Menos yo y más nosotros. Desasosiega tener la sensación de que la mayoría de políticos de este país está apagando fuegos y capeando lo inmediato, si no se están poniendo vacunas de extranjis, claro está. Y desasosiega muchísimo más tener la certeza de que nadie piensa en qué queremos convertirnos en el medio y largo plazo. A eso lo llamo yo correr como pollos descabezados.

Miro cómo bailan los estorninos, a pesar de arriesgarme a que un excremento me devuelva a la cruda realidad. Y no, los pajaritos no son los responsables de mi retorno al mundanal ruido, lo son los pajarracos que se han saltado la norma y se han colado para ponerse la vacuna antes que nadie. Alcaldes, responsables de salud de gobiernos autonómicos, directores de hospitales públicos, jefes del Estado Mayor, obispos y demás personas que han hecho trampas para inmunizarse antes, deseo recordarles que es en los momentos difíciles cuando se nos ve el plumero. Es ante la dificultad cuando se manifiestan nuestros valores, el tipo de ser humano que realmente somos y se muestra nuestra catadura ética y moral. Han pasado por delante de personas mayores que están solas en residencias, profesionales sanitarios que lo está dando todo en la primera línea o personas vulnerables. Precisamente ustedes, que tienen todos los medios para pasar esta situación de una manera mucho más confortable y privilegiada que aquellos a quienes han adelantado por la derecha. De verdad, ¿era necesario?

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