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Juan Carlos Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

¿Es usted de izquierdas o de derechas?

Una declaración de una notable ministra del Gobierno ha resucitado un viejo debate con muchas aristas. ¿Son las personas de izquierdas o de derechas por el mero hecho de vivir en un determinado barrio? ¿Son las personas más adineradas indefectiblemente más cultas que las pobres? ¿Son las personas con economía desahogada más sensibles a la discriminación por motivo de raza o sexo?

La ministra escribía textualmente: “Claro que en los barrios obreros hay personas LGTB”. Que yo sepa, en ningún sitio está escrito que la sexualidad tenga que ver con la clase social. “Les pasa que no les alquilan un piso por ser lesbianas”, explica. Yo estaba convencido de que ese tipo de discriminación la ejercían los acomodados intransigentes, pero la ministra seguro que tiene estudios que demuestran lo contrario. “Que les dan una paliza por ser trans, que se burlan de ellos en el cole o en su curro”, insiste. Resulta que las palizas ya no solo las dan los violentos de la extrema derecha, sino también los obreros. Y finaliza la miembro del Gabinete: ¿Aún hay quien piensa que los derechos LGTBI son “simbólicos y no materiales?”. La verdad es que no acabo de entenderlo y tendría que consultar algún manual de Derecho. Y, como decía Umbral, ahora no me voy a levantar a mirarlo.

¿Alguien piensa que los habitantes de Vallecas, La Calzada o El Llano son más homófobos que los de Galapagar, Somió o Viesques? ¿Alguien cree que los niños de un colegio de pago son más tolerantes con los ahora llamados “diferentes” que los de un colegio público? A mí, en la muy obrera escuela unitaria dónde estudié, me dieron de lo lindo por gordo, cuatrojos y enclenque, pero dudo que hubiera corrido mejor suerte en un colegio pijo.

¿Acaso la ministra está sosteniendo que la riqueza material da la cultura y que cuanta más cultura, más de izquierdas se es? Porque si es así, si se aplica el criterio material, estaría diciendo que los barrios más ricos son de izquierdas y los más pobres de derechas. En suma, la ministra de Podemos estaría dándole la razón a Vox.

Aquí ya no se entiende nada. Esto es el mundo al revés. Hay líderes políticos que parecen no haberse enterado de que la división izquierda/derecha cada vez sirve para menos y, desde luego, ya poco depende de ser rico o pobre. No hay más que ver el caso del independentismo catalán. ¿Apoyar el procés es ser de derechas o de izquierdas? En el resto de España, se considera un movimiento de acomodados que no quieren ser solidarios con las regiones más pobres y, por tanto, de derechas, Entonces no se entiende por qué en todo el país quienes se muestran más comprensivos con los independentistas son los llamados, o considerados a sí mismos, partidos de izquierdas.

La escritora izquierdista norteamericana Amber A’Lee Frost lo explica muy claramente en un muy interesante artículo titulado Por qué prefiero El Financial Times sobre el New York Times, que publica en español la revista Letras Libres. Sostiene que el Financial Times es decididamente capitalista y no disimula su ideología: el dinero. En cambio, según ella, el New York Times ha engañado a sus lectores haciendo pasar por progresistas movimientos como el #Metoo de las estrellas y las privilegiadas, olvidándose de las proletarias.

Según Frost, para que movimientos como el #Metoo fueran de verdad de izquierdas, habría que “incluir a mujeres que recogen tomates, trabajan en líneas de montaje, atienden mesas y limpian habitaciones de hotel”. Y lo explica: “Un periodismo fuerte centrado en los trabajadores habría politizado el problema con demandas serias de políticas públicas y leyes laborales”. Sin embargo, nos acusa a los periodistas por sólo habernos fijado en los nombres sonoros que para nada necesitan la ayuda de la prensa.

La ínclita ministra del Gobierno español, y tantos políticos como ella, debieran abandonar el tópico de las izquierdas y de las derechas, de los barrios ricos y los barrios pobres, para intentar ser más precisos y para conectar de verdad con sus votantes. La izquierda se ha vuelto más cultural –más, chic, más divina, más caviar- que verdaderamente revolucionaria.

Juan Claudio de Ramón, uno de nuestros más clarividentes jóvenes columnistas lo explicaba a la perfección en un artículo de The Objetive. “Durante años me pregunté si yo era más de izquierdas o de derechas. La pregunta dejó de agobiarme al comprender que estaba mal formulada: presupone que sólo hay dos clases de personas”. Y lo cierto es que hay tantas clases como personas. Es cierto que todo resultaba más simple cuando éramos de izquierdas o de derechas. Tal vez por eso nos empeñamos en vivir encasillados.

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