“Tremendo”, responde una brillante exalumna de las Teresianas al preguntarle por su profesor Juan Ramírez Valido. 

La muerte de este monseñor de Marzagán ha quedado un tanto eclipsada por su avanzada edad, ya que se fue a la Casa del Padre con 94 años y llevaba un tiempo fuera de la vida civil y eclesiástica; así cómo y por los acontecimientos ciudadanos y pandémicos que nos rodean. Ese mismo día nos dejaba víctima del covid, entre otros, el diseñador Fernando Méndez, una de las figuras del carnaval de Las Palmas de Gran Canaria.

El hijo de Gabriel Ramírez y Dionisia Valido, teólogo, filósofo y profesor eminente, primero en lograr un título universitario en su pueblo, como se lee en una placa en la fachada de su casa natal, seguidor irredento de la UD Las Palmas, y prelado de honor del Papa, se ha ganado la gloria eterna.

 

No crucé nunca la palabra con don Juan Ramírez. Lo contemplé ya en la ancianidad pasar como sombra gloriosa, imponente en su altura y con su sotana, alzacuellos y revestido, entre los fieles y sacerdotes mientras cantaban a coro en la Catedral de Santa Ana, “Pueblo de Reyes, asamblea santa”.

Llevaba siempre de ventaja su estatura, que era noble e imponía respeto.

Que era un hombre brillante ya lo refleja su currículum académico. Tenía una voz potente, limpia, siempre al servicio de su mucho saber y de su pulcro decir, aunque no le faltaba guiños de su talento y rictus de su pensamiento, que fluía más rápido que sus palabras.

Don Juan Ramírez, como todos con respeto lo identificaban en la diócesis, sigue presente en el recuerdo de cientos de sus alumnos y alumnas, y de muchos de los que le conocieron y trataron. Fue tan brillante en su labor formativa que el obispo Antonio Pildain le quiso a su lado en el Seminario y en la Curia, y en esos puestos realizó una labor cuya eficacia y peso han dejado huella. “Ingenioso, ágil de mente, dio un cambio a la forma de estudiar teología”. Son palabras de José Luis Guerra, sacerdote y párroco de San Francisco de Asís, al referirse a su tutor y profesor. “Defendía a la Iglesia por encima de todo”.

 

Se ganó el respeto y el reconocimiento de los que le trataron y apreciaron su cercanía. Fue valorado por sus colaboradores como sabio, trabajador y de profundas convicciones religiosas y morales. Hombre tradicional, hijo fiel de la Iglesia, fue testigo de la transición política y eclesiástica, y le tocó la renovación conciliar, con lo que significó para los sacerdotes tenían que abrirse a las nuevas corrientes. Testigos de aquel momento le reconocen como un fino teólogo. El director de Caritas y catedrático Gonzalo Marrero recuerda con afecto al maestro que le ha marcado. “Brillante, cercano, cordial, riguroso, con capacidad de oratoria, lucidez mental y firmeza doctrinal”.

 

Uno de sus condiscípulos a los que siempre ha citado el colega Antonio Cruz Domínguez en sus artículos sobre don Juan es el arzobispo emérito de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, que con 94 años reside en la Casa Sacerdotal de la capital asturiana. Díaz Merchán, figura clave en la Iglesia española de la transición y el obispo más joven de Europa en el Concilio Vaticano II, mantiene un vivo recuerdo de su compañero canario de los estudios de estudios con los jesuitas en la Universidad de Comillas. El sacerdote José Antonio González Montoto, compañero de Colegio Español en Roma del obispo emérito Francisco Cases, se encargó de mostrar a Díaz Merchán la página de LA PROVINCIA con la muerte de don Juan.

Aunque debilitado e imposibilitado para ejercer su afición a la informática y a las telecomunicaciones, Díaz Merchán conserva un vivo recuerdo de su compañero y hermano sacerdote Juan Ramírez. Se había reencontrado en su Toledo natal y en Oviedo, pero el recuerdo imborrable había quedado del prestigio académico del canario que “disfrutaba haciendo la oposición intelectual a los profesores jesuitas”, en palabras del arzobispo emérito. Díaz Merchán lo define como “un buen sacerdote” del que, al final de alguna clase, algún profesor de Teología en las aulas de Comillas, decía: “Si creen que esto no está claro, pregunten a Juan Ramírez”.