La Provincia - Diario de Las Palmas

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Marrero Henríquez

ESCRITOS ANTIVÍRICOS

José Manuel Marrero Henríquez

La lágrima es la causa

El vacunado a medias se ha puesto a pensar sobre la lágrima como causa por una disparatada conversación que hace unos días mantuvo con Luis Sosa en Facebook. Lo normal no es que una lágrima sea causa, sino consecuencia. Una lágrima es la consecuencia de un sentimiento de alegría o de pena, del chicotazo de una rama, de cortar cebolla. Por algún motivo se vierte una lágrima. No obstante, la posibilidad de que la lágrima no sea la consecuencia sino la causa de algo es plausible. Y a considerar tal posibilidad se apresta el vacunado a medias.

La casuística es infinita, así que a poco que se detiene en el asunto el vacunado a medias descubre que hay, no pocas, sino miles de posibilidades de que una lágrima sea la causa de algo. Incluso hay lágrimas causales que estaban ahí, a la vuelta de la esquina, lágrimas que son lugares comunes que están ante las narices y que forman parte del día a día. Por ejemplo, en el melodrama la mujer lagrimea lastimeramente para conseguir estúpidos caprichos, una sortija, un collar de perlas; en las películas de espionaje la mujer vierte sus lágrimas para ablandar la voluntad masculina y obtener la fórmula secreta de un brebaje medicinal o el diseño de un arma militar de inusitado potencial; en los dibujos animados un niño llora para conseguir un segundo trozo de tarta de chocolate y el abrazo de sus padres. Las lágrimas son causas que conducen a consecuencias: a la obtención de un regalo, al acceso a un secreto, al abrazo de consuelo.

No queda satisfecho el vacunado a medias con haber reparado en que sí, en que hay lágrimas que son causa, y en que son causa en lugares tan comunes de la cultura como las historias de espías, los melodramas y los dibujos infantiles. El vacunado a medias quiere más, quiere sacar más partido de ese título que se le ofreció por casualidad en una conversación disparata de Facebook. Quiere descubrir más lágrimas causales, pero lágrimas causales que no sean fáciles lugares comunes.

El vacunado a medias se toma un café y mientras desde la terraza observa cómo el oleaje rompe con fuerza contra el arrecife no puede evitar verlo como una inmensa lágrima que avanza desde el horizonte y que es la causa de la erosión de la roca. El mar, inmensa lágrima que sazona y trocea la roca que pulimenta.

Después entra a la cocina y toma un vaso de agua. Una gota cae sobre una hormiga que no tiene más remedio que nadar en ella. Se ahoga la hormiga en lágrima inadvertida.

Ya en su despacho, ante el ordenador, el vacunado a medias lagrimea herido por la luz de la pantalla. Las gotas caen hacia su boca y, antes de entrar en ella, irritan la sensible piel de su rostro. Del ojo mana el agua salada que hiere su eczema antes de alegrar las papilas de una lengua desértica.

Se levanta el vacunado a medias, inquieto, nervioso, vuelve a sentarse y vuelve a levantarse. Buscar metáforas es una labor agotadora. No le gustan las que se le han venido a la cabeza. El vacunado a medias es exigente y no se conforma. Vuelve a la terraza. El invierno le regala la lágrima descompuesta en colores que es el arcoíris que se dibuja sobre el horizonte. Arcoíris, llanto alegre de cielo.

El vacunado a medias encadena sus ocurrencias y hace un collar de agua:

Lágrima que sazona la roca que erosiona

la senil hormiga en la lágrima de otro anciano,

sal a la terraza,

observa el arcoíris,

llanto alegre de cielo.

El vacunado a medias no queda satisfecho. Una lágrima le brota, y no sabe bien si es lágrima causal o lágrima consecutiva.

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