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Marte y la colonización

Tres expediciones y una exposición dedicadas a Marte ocupan las páginas de ciencia y cultura estos días. Está claro que el planeta rojo se está convirtiendo en la nueva frontera que hay que dominar

Hace una semana que nos ha invadido la fiebre marciana y, desde entonces, todos miramos fascinados las imágenes que envía el Perseverance durante sus rondas por el planeta rojo. Como si de golpe todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo en fijarse en nuestro vecino del sistema solar, durante unos días ha sido un ir y venir de naves, ya que coincidieron las misiones de China, los Emiratos Árabes y Estados Unidos. Y si esto no fuera suficiente para contribuir a la martemanía, el CCCB acaba de inaugurar la exposición El Espejo Rojo, donde se hace patente que la obsesión humana por el tema viene de muy lejos. Parafraseando el título de la muestra, Marte actúa como una especie de espejo de lo que vivimos en la Tierra. Y ahora se trasladan al espacio los equilibrios de fuerzas entre diferentes potencias.

Del mismo modo que durante los años 50 la carrera espacial comenzó como una competición entre los dos bloques de la Guerra Fría, donde EEUU y la Unión Soviética se esforzaban por demostrar su superioridad en la cúpula celeste al tiempo que lo hacían aquí, ahora han entrado en juego otros actores. Se acabó aquel viejo mundo en que el planeta estaba dividido en dos facciones, aunque quizás la ciudadanía europea no acaba de ser suficientemente consciente de ello.

Cuando habíamos empezado a asumir que China era capaz de desarrollar su propio programa espacial, los que no seguimos la actualidad científica quedamos atónitos al enterarnos de que los Emiratos Árabes Unidos también habían culminado con éxito el envío de un satélite a Marte.

Tener que aprovechar la proximidad entre las órbitas terrícola y marciana para asegurar las operaciones ha hecho que en una misma semana coincidieran artilugios humanos de tres nacionalidades diferentes. ¿Quizás habría sido más eficiente unir esfuerzos y colaborar? Quizás sí, pero a nadie se le escapa que la ciencia está al servicio de la geopolítica. Destinar parte del presupuesto de un país a una misión de estas características demuestra que se tienen los recursos humanos y materiales disponibles para hacerlo. Un estado que manda un satélite a Marte es un país que reclama ser tenido en consideración en el panorama internacional.

Todo ello recuerda el creciente interés por la geografía que hubo en el siglo XIX. A partir de 1821 comenzaron a proliferar sociedades geográficas en todas partes. La de París fue la primera. Después vinieron Berlín (1828), Londres (1830), Rusia (1845)... Entre sus socios había naturalistas, pero también navegantes, hombres de negocios, militares... Era el momento de la eclosión de la Revolución industrial, gracias al desarrollo de la técnica y la ciencia. Y allí donde llegaba ese “progreso”, aparecían nuevas sociedades geográficas ansiosas de encontrar nuevas rutas comerciales, nuevas fuentes de recursos naturales, nuevos territorios donde empezar a cultivar ...

Aquellas entidades patrocinaron expediciones por todo el planeta. Tanto mandaba gente a los polos como al interior de África, dejando para la historia nombres como los de Ernest Shackleton o David Livingstone, protagonistas de aventuras vividas en los lugares más recónditos y que eran seguidas con avidez a través de la prensa de la época, al igual que ahora nosotros no perdemos detalle de lo que envía el Perseverance desde Marte.

De momento solo los americanos han logrado aterrizar pero es cuestión de tiempo que otros países también lo hagan y puedan iniciar sus propias exploraciones in situ. ¿Qué pasará entonces? Se trazarán fronteras artificiales como hicieron los europeos para dominar África? ¿Quién tendrá derecho a explotar los recursos minerales procedentes del espacio una vez se les encuentre una utilidad? Solo hay que recordar que después de la Primera Guerra Mundial, todas las potencias tuvieron interés en controlar las zonas de Oriente Próximo ricas en gas y petróleo. Unos territorios que ahora son independientes y tienen suficiente dinero como para enviar sus propios satélites a la órbita marciana. El mundo está cambiando pero la mentalidad humana parece esclava de algunas viejas obsesiones de siempre.

Julio Verne

Ciencia y fantasía

Del mismo modo que las observaciones de Marte inspiraron a los escritores de ciencia ficción, los descubrimientos geográficos sirvieron de estímulo para multitud de novelas de aventuras. De hecho, Julio Verne era miembro de la Sociedad Geográfica de París, de donde obtenía la mayor parte de la información necesaria para sus famosas historias.

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