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Reflexiones sobre el pasaporte inmunitario

Hay cosas que aparentemente suenan bien, pero conforme escarbamos, el sonido se hace estridente, desafina y sentimos que habría que trabajarlo un poco más. Y algo de eso es lo que hay con lo del pasaporte inmunitario. Parece que suena bien, ¿pero realmente lo hace?

Vamos a ver, una cosa es que cuando nos vacunen registren ese producto en nuestra historia clínica y en nuestro carnet vacunal, y otra bien distinta es que nos den un pasaporte inmunitario necesario para poder realizar determinadas actividades de la vida.

Veamos, las vacunas frente a la Covid-19 sabemos que nos protegen frente a la enfermedad, pero no sabemos si nos evitan la infección. Esto significa que si estoy vacunado y entro en contacto con el virus, no voy a enfermar, pero sí puedo infectarme y, por tanto, transmitirle el problema a otros. ¿Entonces? Además, la vacuna no es obligatoria. ¿Mediante qué mecanismo podemos hacer obligatorio el pasaporte inmunitario, cuando el instrumento en el que se sustenta, que es la vacuna, no lo es? Además, ¿qué haríamos con las personas que por edad no pueden vacunarse, menores de 18 o 16 años? ¿Los dejamos en un limbo?

Y otro argumento más y que me preocupa considerablemente. En estos momentos solo tendrían acceso a este documento los ciudadanos de los países ricos, ya que tienen más fácil el acceso a la vacunación. ¿Y qué pasa con los ciudadanos de los países pobres que van a tener muchos más problemas para inmunizarse?, ¿los dejamos sin pasaporte inmunitario? ¿No estaríamos contribuyendo a aumentar la brecha diferenciadora que ya existe entre países ricos y pobres?

Una melodía debe ser armoniosa, fruto de la emoción y de la coherencia. Seamos muy prudentes con lo que pensamos que puede ser adecuado, y que a lo mejor el análisis sosegado de la realidad nos indica que no lo es tanto. Tranquilidad y sosiego.

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