La Provincia - Diario de Las Palmas

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José A. Luján

piedra lunar

José A. Luján

Envejecer en Triana

Una ciudad, en el plano espacial, está constituida por múltiples círculos concéntricos que se forman en su progresiva evolución histórica y urbanística. Y en su estructura social, se configura en un conjunto de estratos que son los sectores que la ponen en marcha y le dan su identidad. En este panorama, encontramos la unidad barrio con sus límites geoadministrativos y su propia identificación en el marco del puzle que conforma la urbe.

A pesar de que las ciudades permiten una flexible movilidad y el cotidiano trasvase de sus habitantes de uno a otro barrio, los ciudadanos viven en un espacio. De cara a los análisis socio-antropológicos, el barrio facilita su tratamiento como unidad significativa, y si miramos la urbe en su totalidad, lo primero que debemos reconocer son sus límites.

Si parcelamos nuestra ciudad, y como ejemplo delimitamos el barrio de Triana, los límites de su solar son: la Avenida Marítima, al este; la Avenida Primero de Mayo, al oeste; la Autovía del Centro, al Sur; y la calle Bravo Murillo, al Norte. La pregunta es si dentro de esta cuadrícula hay una identidad cohesionadora.

Triana es una entidad geográfica que pertenece a la memoria colectiva de la ciudad y de la isla. Pero nos asalta la duda de si realmente posee una identidad singular. Los isleños en general y el ciudadano palmense identifican la Calle Mayor como Triana. Otra cuestión es si realmente se sienten como miembros del barrio. Sentirse de un barrio es convivir, frecuentar lugares comunes (farmacia, supermercado, peluquería zapatería, relojería, bazar de prensa, panadería, parroquia…).

Aun existiendo estos espacios, apreciamos que en Triana formamos parte de una entidad anónima. En cambio, otros habitantes de la ciudad viven su barrio de manera directa (San José, San Juan, San Nicolás, La Isleta, Guanarteme, La Feria, Lomo los Frailes, Tamaraceite). En todos ellos podemos encontrar espacios públicos comunes, bien sea un centro cultural, una Asociación de Vecinos, o una plaza amueblada.

Un 70 % de la población de Triana se halla en el tramo de la tercera edad, con personas jubiladas, mayores de 65 años. Los principales puntos residenciales son la Avenida del Mar, parte de la calle Bravo Murillo y las calles Rafael Cabrera, Francisco Gourié y Primero de Mayo, con su prolongación hacia el Terrero. Luego están las vías transversales, con algunos edificios singulares. El resto de las edificaciones están destinadas al comercio, a la restauración y a la banca. En las plantas superiores de esos edificios se hallan oficinas, espacios de almacenaje y despachos profesionales.

Como elemento identificador público, reseñamos las terrazas de bares y restaurantes, destinados al consumo placentero. Y los centros culturales con función institucional, ya sean municipales (edificio Quetgles) o del Cabildo (Casa Museo Pérez Galdós). Existen dos centros socioculturales, Gabinete Literario y Círculo Mercantil, de uso exclusivo para los socios. Y la fundación Cicca, con su propia proyección social.

Bajemos a nuestra calle Mayor: El “banco de Triana” se ha convertido en un icono que ahora se halla despoblado. La Covid 19 ha puesto de manifiesto muchos problemas sociales. Si en estas circunstancias analizamos sólo el segmento de población que constituye la tercera edad, podemos constatar que las personas mayores son la generación olvidada. No vamos a hablar de las residencias ni de los que viven en la soledad de sus domicilios. Los mayores tienen miedo de salir a la calle. Están envejeciendo en soledad. Por otra parte, Triana carece de locales destinados a las asociaciones de vecinos, por lo que no se propician puntos de encuentro que sean referentes de la población trianera, ni de los que llegan de otros barrios.

Necesitamos acciones políticas que se interesen por estos temas, que potencien la participación de la comunidad y el fortalecimiento de la cohesión y del capital social. Un local vecinal se caracteriza por su horizontalidad, tanto en la gestión como en el uso espontáneo por parte de la ciudadanía. Como miembros de una Asociación vecinal, no dejamos de reivindicar que la casa que fuera Cafetería La Madrileña se convierta en local social. Allí, nuestros mayores tendrían un lugar para envejecer de manera compartida, y sería un espacio saludable y de relaciones humanas seguras. Lo hemos planteado en diversas ocasiones. Pero pasan los años y las legislaturas municipales, y todo sigue igual. Nadie nos escucha.

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