La Provincia - Diario de Las Palmas

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Las urgencias como síntoma

Como consecuencia de un almuerzo familiar el día 17 de enero me contagio del covid 19. Algunos de los comensales empiezan a mostrar síntomas con lo cual se activa todo el protocolo de seguimiento. Me confinan los días de rigor y me hacen dos PCR que dan negativas. Curiosamente el jueves 28 de enero empiezo con síntomas: fiebre y tos. A pesar de la negativa de la aseguradora DKV que me corresponde por funcionaria de Muface a realizarme una nueva prueba, la unidad de seguimiento de Atención Primaria del Servicio Canario de Salud me prescribe sobre la marcha un test de antígenos que el 29 de enero da positivo.

El martes 2 de febrero, ante la insistencia de la médico que me atiende telefónicamente, una ambulancia me traslada al Negrín. Entro en Urgencias y allí estoy 30 horas sentada en una silla. Sin palabras. Inenarrable. Igual se lo digo a Alexis Ravelo y hace un pequeño cuento de terror. Me hacen una placa de tórax; esta da una imagen algo difusa y muestra cierta opacidad en el lóbulo derecho. No resulta concluyente. Paso el covid en mi casa: tos, fiebre y cansancio. Me dan el alta epidemiológica el miércoles 10 de febrero. Pasan los días y sigo, o empiezo, ya no lo sé, con febrículas y tos. No me encuentro muy bien pero pueden ser secuelas lógicas.

El lunes 15, el oxímetro, pequeño artilugio atrapa dedos que de repente entra a formar parte de mi vida con una categoría superior a la del termómetro, marca 89% de saturación. Ambulancia y al Negrín. Los antecedentes covid no parecen permitir otra opción. De nuevo en Urgencias a la misma silla de espera. Tras los pertinentes análisis, parece que puede ser neumonía, pero no vírica, pues el virus ya no está activo en mi organismo, sino bacteriana. Una sobre infección oportunista, dicen los galenos. Corticoides y antibióticos; gafas nasales de oxígeno. Después de muchas horas de espera en la dichosa y fría silla, sin entender por qué no me puedo tender en la cama libre que hay a mi lado, me llevan a un módulo inmenso que se llama Observación de Urgencias. Previamente mis vecinas amenazan con ponerse en huelga de hambre si yo no soy atendida; como lo cuento.

Cuatro días en un box sin entender por qué no me llevan a planta. Cuatro días oyendo lamentos y quejidos sin atreverme a mirar a ningún lado. Cuatro noches sin poder dormir apenas y sin saber a quién corresponde mi caso. Recuerdo que tener que pedir agua cada cierto tiempo constituía un verdadero suplicio, pues el personal, siempre diligente y amable, no tenía tiempo para nada y verlos ir a por la inmensa garrafa para llenar un vasito ridículo de agua, me obligaba a dosificarla como si fuera un bien escaso. No sé por qué no me daban una botella entera para mi sola. Quizás por estar en ese limbo que es Urgencias.

Cuatro días ingresada en Urgencias en los que venían a verme diferentes médicos y enfermeras cada una con una disculpa distinta, que parecía que ni ellos mismos entendían; que si Martes de Carnaval, que si calima, que si la abuela fuma. El tiempo pasaba y yo seguía en Urgencias.

Puedo entender la saturación de camas; puedo entender que el covid haya trastocado la organización general del hospital. Me cuesta mucho más entender haber pasado cuatro días, cuatro, en Urgencias. No es de recibo, ni puede suceder en una de las comunidades autónomas con menor índice de impacto del covid. Pone de manifiesto que algo básico está fallando en el funcionamiento y en la organización del Negrín.

Me pregunto qué pasaría, a que niveles de caos absoluto habríamos llegado, si aquí hubiésemos tenido las cifras de muchas zonas de la península.

No puede ser que la estación de urgencias sea una estación final y no de paso.

El jueves por la noche me subieron a planta de Neumología. El viernes le pido al doctor el alta domiciliaria y me la concede. Desde entonces en casa, recuperándome. El antibiótico funcionando perfectamente.

En general gente amable por doquier; buenos y eficaces profesionales, luego ¿por qué sucede esto? ¿Cómo es posible que habiendo muchas camas vacías en servicios distintos de ese inmenso edificio, con la excusa del covid, no estén a disposición y un enfermo tenga que pasar cuatro días en Urgencias?

Hablando con profesionales de la sanidad me dicen que no recuerdan un caso igual. Me alegra. Pero el cisne negro me ha tocado a mí. Por ello, demando una explicación pormenorizada; una disculpa también sería bienvenida.

En todo caso, recordando que si uno no conoce bien la realidad puede guiarse por las anécdotas, lo sucedido manifiesta una enfermedad basal de nuestro sistema sanitario. Urgencias y Primaria requieren una atención que reciben sólo las especialidades. Ello es grave pues lesiona seriamente el funcionamiento conjunto del sistema, desequilibrándolo y fuerza a Urgencias a tener un papel que no le corresponde en absoluto.

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