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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Arriaga y cía

Sin duda hay cosas más importantes que las machistadas del señor Enrique Arriaga, vicepresidente primero y consejero de Movilidad, Innovación y Cultura del Cabildo de Tenerife. Pero creo que su comportamiento verbal en los plenos de la corporación tiene cierto interés que igual nos excusa de hablar por un día sobre la situación de los migrantes encerrados en Tenerife y Gran Canaria según órdenes del Gobierno más progresista de la historia de España. Más broncas en el campamento de Las Raíces y hostias y detenciones en Las Palmas. Pero todo bien.

Arriaga, con garbo de lancero bengalí capaz de quemarse encendiendo una bengala, es aquel que, según los imparciales poetas del verano de 2019, permitió la regeneración democrática del Cabildo de Tenerife, que al parecer es un fenómeno prodigioso que consiste en la sustitución en las poltronas de los afiliados políticos por otros. Por supuesto, el señor Arriaga no disponía de ningún proyecto global para Tenerife. No era lo suyo. Según comentan antiguos militantes de Ciudadanos – que en Canarias jamás llegó a ser un partido político: funcionaba como un club decimonónico—en el Cabildo de Tenerife se esperaban dos o tres consejeros y ser así llave de cualquier gobierno insular. Si la única opción de tocar poder hubiera sido pactando con Coalición Canaria, Arriaga no hubiera dudado un segundo, aclarando, por supuesto, que emprenderían la regeneración democrática desde dentro, igual que Juan Marín, al pactar con el PP en Andalucía, advirtió que vigilaría desde dentro las veleidades derechistas de Juanma Moreno al frente de la Junta. Es muy cómico ese esfuerzo de los apologistas de determinados candidatos de Ciudadanos – el señor Arriaga, la señora Matilde Zambudio-- en retratarlos como gente progresista, socialdemócratas de todo corazón, labios ideológicos casi rojo pasión. En sus respectivos entornos profesionales y sociales son perfectamente identificables como ciudadanos conservadores y quizás sinceramente liberales (o no). Y en perfecta concordancia el señor Arriaga es un tradicional caballero de orden en el puerto y plaza de Santa Cruz de Tenerife.

A nadie debería extrañar, por tanto, que el vicepresidente del Cabildo se caracterice por cierta tendencia al autoritarismo que, según se afirma en baja voz, incluye raptos de menosprecio. Si Arriaga se dirige como suele hacerlo a la oposición en los plenos del Cabildo Insular, cabe imaginar cómo puede llegar a hablar a los subordinados. Otros indican que está cada día más nervioso porque no saca adelante absolutamente nada. Como consejero de Movilidad ha presentado un vídeo. Para simular se empecinó en gestionar el área de Cultura, y ha conseguido reducir a la inoperancia a uno de los mejores gestores culturales de Canarias por el procedimiento designarlo director insular. Ni Tenerife ha avanzado un milímetro en la solución de sus problemas de movilidad ni el Cabildo dispone hoy de una política cultural.

Arriaga tiene escasísimo respeto, ya está dicho, hacia la oposición, a la que se dirige como un barón austrohúngaro indignado por cómo está el servicio, y manda a callar a unos y otros, ante la pachorra del presidente Pedro Martín, que lo reconviene como un padre a un niño grande que está devorando su tercer helado. Y con las mujeres es grosero y machista como tantos machistas: ofuscado por su brutalidad verbal ni siquiera sabe que lo es. Entonces la pachorra corre a cargo de la consejera Mariam Franquet, feminista de profesión, que mientras sus compañeras son agredidas aprovecha para corregir algún manifiesto por el 8 de marzo. Ni un paso atrás, hermanas. Ni uno.

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