El pasado sábado, tras tres años de obstáculos, tuvo lugar al fin la puesta en marcha de la pasarela Onda Atlántica que une al Puerto con la ciudad o viceversa, una obra emblemática que realza esa conjunción finalizando en parte ese ‘divorcio’ que existía en pleno istmo entre ambos estamentos.

Es evidente que con la citada ejecución se hace justicia a un clamor popular de años atrás, cuando se llevó a cabo la valla que separaba al Puerto de la capital y dejó aislada a la zona del mercado con un perjuicio económico para todos los establecimientos comerciales que se apoyaban en el negocio portuario y que dio lugar a numerosas y justas protestas, sobre todo cuando el acceso al interior del recinto portuario se limita a dos ‘puertas’, el Muelle Grande y el de Santa Catalina.

Entendemos que esta obra, aunque ha llegado tarde, sí supone una acertada rectificación de devolver a la zona toda su reactivación, sobre todo cuando la iniciativa de varias empresas ha revalorizado el tránsito en la Plaza del Puerto y sus aledaños, como se le conocía antaño, con prolongación hasta la playa de Las Canteras, al crear una zona de ocio de primer rango.

Es evidente que este logro entre la ciudad y la colaboración de la Autoridad Portuaria no puede nublarnos la vista, sino que la salida de vehículos desde el recinto portuario tiene dos asignaturas pendientes desde hace varios años en la plaza de Belén María y en la zona de Las Alcaravaneras que frenan toda la fluidez que necesita la conexión entre el Puerto y el resto de la ciudad y la Isla. Dicen que “las cosas de palacio van despacio” pero está claro que hacen falta soluciones urgentes, toda vez que no podemos recrearnos en un logro “peatonal” cuando tenemos un viejo problema de circulación viaria donde el Gobierno de Canarias, Cabildo, Ayuntamiento y la propia Autoridad Portuaria parece que miran para otro lado.