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Entender + con la Historia

Entrevistas bomba contra los Windsor

Los duques de Sussex.

Dicen que la historia no se repite. Y es verdad. Pero también lo es que tiene cierta tendencia a la reiteración, sobre todo si sus protagonistas se empeñan en seguir haciendo las cosas de la misma manera. Fuimos testigos de ello la madrugada del domingo al lunes, cuando se emitió la entrevista de los duques de Sussex con Oprah Winfrey. Cómodamente sentados en unos sillones de jardín, en un decorado idílico, Meghan Markle y el príncipe Enrique describieron el calvario que pasaron desde que comenzaron su relación sentimental. Con sus declaraciones, especialmente las de ella, el palacio de Buckingham revivió lo que ya se produjo el 20 de noviembre de 1995.

Ese día la BBC emitió una entrevista con Diana de Gales, que grabó a escondidas, sin esperar la aprobación de la casa real. Recuperar aquel documento está al alcance de cualquiera que haga un par de clics en internet y, al visionarlo, es imposible no establecer paralelismos con el presente. Empezando por la puesta en escena. Una conversación de ritmo calmado, creando un clima de intimidad, mientras la protagonista lo suelta todo y donde los silencios son tanto o más elocuentes que las palabras para dibujar las entrañas de un engranaje monstruoso que devora si no se va con cuidado. Primero le pasó a Lady Di y ahora le ha estado a punto de suceder a Meghan Markle.

En 1995, Diana Spencer no se mordió la lengua y contó intimidades que nunca hasta entonces se habían conocido. Por ejemplo, confesó al periodista Martin Bashir que, después del nacimiento de su primer hijo, llegó a sentirse tan deprimida que se planteó el suicidio. Durante la conversación no utiliza esta palabra, pero se le entiende todo cuando habla de autolesiones. Entonces, cuando Bashir le pregunta sobre la reacción de su marido, ella admite que Carlos no entendió ni se preocupó demasiado por lo que le estaba pasando. El resto de la familia real tampoco queda demasiado bien. Según ella, nunca habían visto a nadie de su círculo más cercano llorar en público. “Y si no lo has visto nunca antes, ¿cómo le puedes ayudar?”. El periodista entonces se queda descolocado por unos instantes, al igual que le ha pasado a Oprah Winfrey en varias ocasiones durante las dos horas de entrevista.

Entrevistas bomba contra los Windsor

Y es que un cuarto de siglo más tarde Meghan Markle, sentada en el mismo lado de la pantalla que la difunta madre de su marido, ha explicado la presión mediática a la que estuvo sometida y la angustiosa sensación de perder totalmente la libertad al entrar a formar parte del núcleo real. La situación llegó tan al límite que se planteó quitarse la vida mientras estaba embarazada de su hijo Archie. Una criatura que, según confesó, generaba preocupación a cierta gente de palacio ya antes de nacer por si el color de su piel era demasiado oscuro.

Nunca se sabrá cuántas veces habrá visto Enrique la entrevista de su madre de 1995, pero lo que es seguro es que cuando su esposa le contó el infierno por el que estaba pasando enseguida se dio cuenta de que aquello se parecía demasiado a lo que había vivido en casa cuando él tenía solo 11 años.

La resolución de las dos historias ya las sabemos. La entrevista de Lady Di fue el detonante que provocó el divorcio con el príncipe de Gales y la de los duques de Sussex llega cuando hace un año que abandonaron el Reino Unido.

Pero antes de estas dos hubo una primera entrevista igual de extraordinaria. La concedida por el duque de Windsor y su esposa, Wallis Simpson, en la BBC en 1970. Era la culminación del proceso de acercamiento a la opinión pública británica de quien había sido Eduardo VIII y que había abdicado para casarse con Simpson, americana y divorciada. Cualquiera que haya seguido la serie The Crown seguro que tendrá fresca esta historia.

Los tres casos han puesto en el ojo del huracán el funcionamiento de la casa real británica, más preparada para aguantar bombardeos que para adaptarse a las transformaciones sociales. A veces las palabras pueden hacer tambalear más el poder que una batería de cañones.

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