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Alfonso González Jerez

ViceAcosta y Catilina Pérez

La Fiscalía ya había solicitado apertura de juicio oral contra Blas Acosta antes de que dimitiera como presidente del Cabildo de Fuerteventura. El juez deberá decidir al respecto en las próximas semanas, pero por la gravedad de las acciones que se le imputan y la firmeza del Ministerio Fiscal se antoja muy difícil imaginar un archivo. Ángel Víctor Torres soltó ayer varias vergonzosas patujadas sobre este impúdico mercachifleo, como eso de que el comité de ética del PSOE canario había dictaminado que la candidatura al Senado de Acosta se ajustaba perfectamente al reglamento vigente del partido. Tal vez lo esté formalmente, porque Acosta no se encuentra (aún) procesado judicialmente, pero la autoridad judicial puede decidir hacerlo mañana mismo. Y esa circunstancia debe ser valorada por el partido: carece de sentido designar para un cargo a alguien que dentro de quince días (o un mes y medio) tiene muchísimas probabilidades de verse en la tesitura de dimitir o ser destituido. “Nos va a ayudar”, ha insistido Torres, y seguramente no miente del todo. Porque a él, personalmente, ceder ante Acosta le va ayudar a no sufrir una crisis en la organización socialista que ponga en cuestión su liderazgo light.

Que el señor Blas Acosta entre en el Gobierno de Canarias – desplazando el 8 de marzo a una joven majorera economista y experta en contabilidad pública – es aún más grave que se le hubiera mandado al Senado. Es una decisión que solo beneficia al expresidente del Cabildo majorero y que, en cambio, mancilla la imagen del Ejecutivo. Los rumores que apuntaban que Acosta había amenazado con poner en circulación información sensible – y potencialmente destructiva – sobre peligrosas relaciones simbióticas y malolientes apoyos financieros en campañas electorales en Gran Canaria y los sures de Tenerife son un poco más verosímiles que ayer. Torres ha pagado con una viceconsejería (despacho, coche oficial y 63.000 euros anuales) evitar una rebelión en el psocialismo majorero medio año antes del congreso regional que debe reelegirlo secretario general del PSOE de Canarias.

Respecto a la elección de Santiago Pérez para el Senado, el nombramiento tahúr y buhonero de Blas Acosta evidencia muy bien a qué PSOE ha regresado como un apóstol que siempre tuvo razón, como un mártir ascendido por fin a los cielos que nunca debió abandonar Acabo de leer la enésima y patética apología de esta maniobra y, visto lo visto, habría que enfatizar algo muy elemental, y es que a mí, como a la inmensa mayoría de la gente, me importa un puñetero higo pico a quien decida convertir en senador el PSOE. Únicamente dos cosas. Primero, lo desafortunado de la reforma estatutaria que ahora permite proponer como senador autonómico a alguien ajeno a la Cámara regional, lo que no tiene otro objeto que ampliar las canonjías disponibles para los partidos. Y segundo, la necesidad (democrática) de ofrecer explicaciones sobre los resultados del nombramiento: esa doble militancia de Pérez en el PSOE y en Avante, lo que ocurrirá en la Concejalía de Urbanismo y en su Gerencia, un ámbito donde Pérez ha colocado a varias personas de su confianza, encabezados por su valet de chambre, Nacho Viciana, a cargo de Muvisa, si finalmente Pérez conservará su acta de concejal o dejará el ayuntamiento. En realidad todas esas cuestiones deberían haber sido aclaradas antes, y no después de presentar su candidatura, por un mínimo de consideración hacia los órganos de dirección del partido, la militancia socialista y los electores. Pero todo eso, hace tiempo, son tonterías, como saben muy bien Torres, Blas Acosta y Santiago Pérez.

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