La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Manolo Ojeda

Cartas a Gregorio

Manolo Ojeda

Flores para todo

Querido amigo, voy a contarte las andanzas de Federico, un señor mayor que ya andaba chocheando, y que murió de un ataque de risa.

La historia empezó cuando se presentó en una iglesia con un ramo de flores para asistir a un funeral, pero debió equivocarse de iglesia porque allí celebraban una boda. Viendo entonces que la novia lanzaba su ramo a las amigas, aprovechó la circunstancia para darle el suyo.

Pero, cuando Federico se dio cuenta del follón que había armado, le dio tal ataque de risa que le provocó un infarto y nadie pudo hacer nada por salvar su vida, así que, a los pocos minutos, falleció.

La novia, que se casaba en un avanzado estado de gestación, parió allí mismo llevada por tanta agitación.

El remate a la historia lo pusieron los invitados que esperaban a la puerta de la iglesia, que fueron a una boda y se encontraron también con un bautizo y un entierro.

A Federico, que a raíz del infarto se le había quedado una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja, lo sacaron en una camilla con su ramo de flores encima, y al salir los novios con el recién nacido, todos prorrumpieron en un sonoro aplauso y con una lluvia de arroz.

Federico es un personaje que me recuerda a nuestro querido paisano teldense ya fallecido el senador Pepe Macías, que cuando se enteraba de que un conocido estaba hospitalizado, ya podía estar aquí o en Madrid, que se presentaba a ofrecer sus servicios que, como senador, se sentía obligado. Tenía también la buena costumbre de asistir a las bodas, bautizos o entierros de los amigos, y eran tantos los eventos a los que acudía, que muchas veces en vez de darte la mano para felicitarte, te daba el pésame… Pero todo el mundo sabía que lo hacía con buena intención.

No hace mucho pasé por Telde con mi hermano Claudio y, a la altura del Cementerio de San Gregorio, decidimos visitar el nicho de nuestros padres y hermanos. Era un día cualquiera y en la mayoría de las tumbas no había flores, solo en las de los entierros más recientes que, como es habitual, rebozaban de coronas. Así que, con la mejor intención, decidimos robarle unas pocas flores a la que más tenía y las pusimos en el nicho de nuestra familia.

Luego salimos del cementerio sintiéndonos algo culpables, pero estoy seguro de que el recién fallecido y mis familiares aceptaron aquello de buen grado.

La vida es un proceso natural por el que nacemos, nos casamos, procreamos y morimos, aunque a veces nos saltemos ese orden… Pero tenemos que aceptar que somos mortales y que nuestra existencia es solo una estancia temporal que siempre dura menos de lo que esperamos.

Ya ves, Gregorio que, tanto en la vida como en la muerte, todo se puede arreglar con flores, lo que importa es la intención.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

Compartir el artículo

stats