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Alfonso González Jerez

El coste democrático

Hace pocos días la oposición en pleno en el Cabildo de La Gomera, los consejeros del PSOE, Coalición Canaria e Iniciativa X La Gomera redactaron y firmaron un comunicado conjunto para pedir al presidente, Casimiro Curbelo, “que cese en las descalificaciones personales y el trato irrespetuoso contra los integrantes de la oposición, algo que viene siendo habitual en la corporación insular desde hace meses”.

El de Curbelo es un comportamiento “despótico, autoritario e intolerante con la crítica” que se ha convertido en “un problema para el desarrollo del trabajo” en el cabildo gomero. Para los firmantes el creador y líder de la Agrupación Socialista Gomera aprovecha que preside las comisiones y el pleno para retirarle la palabra a quienes no militan en su partido y despreciar a la oposición punto menos que sistemáticamente. “Debemos recordar a Curbelo”, subrayan, “que el Cabildo Insular de La Gomera es la máxima institución de la isla y no su cortijo particular”. Socialistas, coalicioneros y la izquierda que representa Iniciativa por La Gomera no forman precisamente un mènage a trois. Sus diferencias programáticas e ideológicas son tan numerosas como evidentes. Mucho ha tenido que exasperarlos Curbelo para unificar posiciones y exigirle públicamente un mínimo respeto personal e institucional.

Uno de los espectáculos fascinantes en la primavera del 2019 fue el ejercicio de transformismo político de Casimiro Curbelo, tanto más asombroso cuanto los principales responsables del mismo fueron sus archienemigos en años pasados. Él se dejó querer, como la cera se deja moldear para una figura digna de un museo. De representante de un neocaquisimo desarrollista y una socialdemocracia clientelar y guarapera que controlaba hasta las glándulas sudoríparas de sus vecinos a eminente progresista que defendía la integridad y a justicia de su isla, pero que amaba bellamente Canarias, la metamorfosis de Curbelo fue portentosa. Porque lo habían atacado los socialistas, cometiendo el estúpido error de expulsarlo de su partido, lo habían denunciado los de Unidos Podemos, incluso en los juzgados, y lo había despreciado Román Rodríguez, que se había intentado inútilmente desembarcar en La Gomera, y sin embargo, ahora era uno de ellos. ¿El Gobierno de Fernando Clavijo? Un horror, aunque, por supuesto, nadie en el patio de las flores está dispuesto a recordar que solo el respaldo parlamentario de ASG lo sostuvo en sus dos últimos años y medio. ¿La prolongación peligrosa e intolerable de Coalición Canaria en el Gobierno autonómico o en el Cabildo de Tenerife? Demasiado poder es nefasto durante demasiado tiempo, pero aunque Curbelo lleve 30 años como presidente del Cabildo de La Gomera no miren hacia él, que en el fondo se ha sacrificado toda su vida por sus vecinos a quienes conoce, como cualquier amoroso padre, por sus nombres y apellidos, sus virtudes y sus defectos, sus preferencias y sus flaquezas.

La historia es así de cruel. Si Canarias debe prosperar, diversificar su economía, mejorar sus servicios sociales y alcanzar mayores cuotas de democratización en su vida cotidiana el precio a pagar incluye mantener y reforzar incluso el poder omnímodo en La Gomera de un patriarca otoñal para el que vuelven a florecer sus demandas y sus caprichos con cada pacto. Tal vez los partidos mayoritarios en el país deberían reflexionar sobre lo que nos cuesta –en moneda democrática -- que un cesarismo lleno de sombras, incontrolable y manifiestamente corregible se convierta en un sujeto político al que debe colmarse de seducciones y promesas para sustentar mayorías parlamentarias. Lo que les cuesta a los canarios en general y a los gomeros en particular.

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