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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Ciudadanos irritados

La poca afectividad por lo público lleva al juez del caso Bárcenas a suspender la vista oral contra el extesorero, que se beneficia de un respiro al decidir el magistrado que su vacunación bien vale unos días de libranza para recuperarse, presumimos. Se desconoce qué efectos secundarios podría tener su excelencia tras la inoculación, pero él ha considerado que se merece una recuperación confort ajena a la de la mayoría de los españoles, que al minuto ya estaban en el tajo. En realidad, el Estado y sus pilares están hechos unos zorros: ya es difícil encontrarse con un jefe de servicio con la cabeza amueblada por el BOC y dispuesto a dejarse la piel para servir al ciudadano. La Administración está llena de sexagenarios con un pie en la jubilación y amontonados en un desván para que no den la lata con su puntillosidad en los expedientes. Otro porcentaje, seguro que el mayoritario, son interinos mal pagados, sin plaza y desmotivados. Y luego, están los patas negras, que se permiten una performance de un par de días por la dosis, que serán otros dos con la segunda inyección. A este paso, los robots serán los dueños de las tripas del Agamenón estatal, una voces metálicas que dan instrucciones a través del celular y que dejan paso a una sintonía infinita que agota al peticionario de información. Esto está peor que en la época de Galdós y su barahúnda de cesantes dependientes del turnismo. Soy, por si no lo habían deducido, una víctima de las claves, protocolos informáticos, citas previas, aplicaciones y otros suplicios que conlleva alcanzar el meollo. Y cuando parece acabarse la oscuridad del túnel, lo peor: la protección de datos nos impide facilitarle una respuesta, contesta la asistencia humana, casi como quitándose de encima un fardo voluminoso. La pandemia ha eliminado los papeles y ha agrandado la burocracia autómata para desgracia del ciudadano, cuya irritación crece atrapado entre las restricciones sociales, la volatización de los trámites, el aprovechamiento dolce vita que algunos hacen del teletrabajo, la cita previa y una páginas web descacharradas que te dejan tirado. El día que suene la trompeta del fin del covid a ver quién mete en vereda a toda esta tropa, acostumbrada ya a hacer livianas gestiones bajo un sol tropical, con bañador hawaiano y una filosofía de lo público donde el ciudadano ha dejado de ser aquel latoso peticionario pegado al mostrador. Dirán que así es la era poscovid y que no queda más remedio que mamársela.

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