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Javier Durán

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Javier Durán

La raíz de Las Raíces

Un campo de acogida o campamento nunca es gratificante para un Estado, a no ser que el mismo respire bajo los automatismos autoritarios. Ni el mejor plato de comida para los internos ni los entretenimientos más audaces reconducen el daño que provoca encerrar a miles de personas para que no perturben la legalidad de los ciudadanos asentados. Las Raíces y sus 2.000 migrantes, por tanto, es una ignominia para la democracia, indefendible y atroz. Las conciencias libres deben hacer una lectura ética sobre la superioridad de los policías antidisturbios frente a una pobre gente víctima de sus gobiernos, pero también de las rejas que les ha puesto el ejecutivo progresista de Sánchez. Un repaso a la Historia con mayúsculas nos muestra un abanico de modelos de confinamiento que conforman una mácula negra, más o menos oculta, en países que reprimieron a los extranjeros incómodos. Nada que ver, aclaro, con los campos de exterminio de los nazis, que, en sus inicios, quisieron vender a las potencias europeas que sus terroríficas instalaciones eran iguales a las que habían puesto en práctica otras naciones en sus correrías coloniales. Una pretensión que les llevaba a cebar con comida a sus presos y a vestirlos con ropa normal para engañar a las inspecciones internacionales en los albores del reich. Impacta la insensibilidad condescendiente y cómplice del PSOE frente a la iniciativa reunificadora, cuando en la genética del partido está incrustado el maltrato que sufrieron los republicanos que llegaban a Francia y eran internados en campos de concentración. La violencia que se enquista en el recinto de Tenerife, como bien dicen los expertos, irá a más, aunque se reparta ración doble y haya todas las noches un espectáculo de titiriteros. Más allá de la privación de libertad por delito y condena a cárcel, resulta antinatura meter a individuos de distintas etnias -algunas de ellas rivales en lo político- en un espacio que representa, en sí mismo, un fracaso supino de la gestión migratoria. ¿Qué va a pasar con Las Raíces? Esperemos que el Gobierno progresista rectifique, de la misma forma que lo hizo con el hacinamiento de Arguineguín. Mientras ello ocurre, se forja su propio renglón entre los estados democráticos que tomaron decisiones nefastas de cara al acogimiento de extranjeros. Este campamento sí que debe ser un motivo para preocuparse por la tan cacareada imagen de las Islas: somos solidarios pero no carceleros, ni tampoco perros presa.

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