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Juan Cruz Ruiz

TESTIGO DE CALLE

Juan Cruz Ruiz

“España mañana será republicana”

Cuando nací era 1948 y la España de Franco entraba en la ONU. El mundo mantuvo entornada la puerta de esa y de otras instituciones hasta que Estados Unidos consideró que ya era hora de levantar los vetos a la dictadura. Mi hija nació en 1973, cuando el dictador empezó a dar signos de enfermedad tan grave que no la pudo soslayar ni el telediario de entonces, único y raquítico como un boletín. Los periódicos no sólo estaban censurados (prácticamente hasta la muerte de Franco) sino que eran teledirigidos hasta muy tarde en la vida del régimen. El periódico EL DÍA, donde hice mi aprendizaje casi desde la adolescencia, había sido del Movimiento, y aunque ya no lo era seguía teniendo en sus almacenes de páginas hechas para cualquier emergencia (nuevas paginaciones, fallos de publicidad) cuyo objetivo era ensalzar a Franco o denigrar a los contrarios. Los contrarios eran los comunistas, de Cuba a Rusia, pasando por cualquier país que le hubiera sido infiel a las ambiciones totalitarias del Gobierno de Madrid, que casi siempre fue todo el mundo. Comunista era todo el mundo que no fuera franquista. Era tal la remesa de páginas preparadas que para cualquier contingencia había una distinta en la platina. La más socorrida, y la más contradictoria, pues se refería a un hecho que no siempre podía ser cierto, era una que aludía a la escasez que marcaba la vida de los comunistas, y cuyo titular era, invariablemente, Hambre en Moscú. El redactor jefe entraba en talleres y gritaba: “¡Hambre en Moscú!” Y el regente de talleres, que era un hombre adusto y callado como un policía de tráfico se agachaba, sacaba de allí la masa ya compuesta y acudía lentamente a ponerla donde se había quedado el hueco que había que rellenar. Al día siguiente sólo el lector muy avisado se daba cuenta de que ese recuadro en primera ya había sido publicado anteriormente, y muchas veces.

Cuando nació Eva, hace hoy 48 años, fue cuando Franco empezó a sorprender a los españoles con la posibilidad de que no sólo estuviera enfermo sino que podía llegar pronto el momento de su muerte. Aquel hombre duró hasta 1975. En ese periodo se hicieron famosas sus piernas débiles, pues los telediarios daban cada día los partes de aquellos males que le cayeron encima, hasta que éstos remitieron y él siguió marcando la actualidad del régimen con sus estimulantes recuperaciones. Pasó el tiempo y regresaron los males, agrandados por otros padecimientos, y ya se sabe que la agonía fue tal que tuvieron que revivirlo muchas veces hasta extremos degradantes para cualquier persona. En el caso de Franco, parece que fue parte de su familia política, el marqués de Villaverde, el que insistió en su resurrección. Ese proceso dejó imágenes que aumentaron la sensación popular de que había algún interés en que durara más para que alguien continuara beneficiándose de un régimen que había ganado la guerra y que luego, además, había hecho ganar mucho dinero a quienes se beneficiaron de su larga duración. No fue, ya se sabe, un camino pacífico el que al fin lo llevó hasta la muerte, pues aun ordenó algunos fusilamientos que fueron aplaudidos en todas partes, también en la Prensa que ya no era del Movimiento, con inevitables reprimendas al comunismo y a la conspiración masónica que provenía de los tiempos de la República. Esa prolongación de la vida de Franco para convertirlo también en una reliquia que nos salvara de los rojos desató la sensación de que vivíamos en un país tan enfermo como aquel que se estaba muriendo en la cama y que a todos nos tenía pendientes de las señales que emitiera el parte médico habitual.

Cuando ya era evidente el final empezaron en el país las especulaciones sobre el porvenir, que apuntaba a la evidencia de que Juan Carlos de Borbón iba a ser el sucesor, pues así estaba dictado por las leyes que el propio Franco había hecho aprobar en referéndum. Pero, naturalmente, había muchos para los que la muerte del dictador abría paso a las ilusiones republicanas. La conspiración fascista que puso fin a la República poco antes de que naciera interrumpió una historia a la que no se dio ningún respiro; desde que se instauró el régimen, todo lo que fue aquel periodo no sólo se silenció sino que se borró del mapa. De hecho, el mapa que había en mi escuelita de La Dehesa, en el Puerto de la Cruz, tenía al lado de su propio mapa descolorido un retrato de Franco que parecía no sólo el del salvador de la patria sino el del salvador de la eternidad. La República era una reliquia guardada en lo más hondo de los baúles, y sólo algunos aguerridos eran capaces de citarla en las tertulias de la plaza, mirados de reojo, naturalmente, por los fascistas habituales, flechas y pelayos que entonces cantaban el cara al sol hasta cuando no estaban cantando el cara al sol. En ese clima vivimos muchos años, ignorando una historia que ahora ya se conoce mejor pero que entonces fue no solo silenciada sino tergiversada y vilipendiada. Cuando ya se abrió el régimen a que se conociera la naturaleza verdadera de la enfermedad de Franco y era inevitable que se colaran en las noticias especulaciones sobre el porvenir, en el que él ya no iba a estar, empezaron en el extranjero y en el interior a decirse en voz baja conversaciones que incluían, por fin, la palabra República. Recuerdo que entonces ya Eva tenía dos años, pugnaba contra la cuna en la casa que teníamos mirando a Santa Cruz y era el fin de aquella madrugada del 20 de noviembre de 1975 cuando la voz temblorosa del ministro Herrera Esteban daba paso a la voz mortecina de Arias Navarro. “Franco ha muerto”. Grité desde la cocina “¡Ya!”. Por entonces ya se habían acostumbrado algunos ciudadanos a tararear una letra que de pronto se hizo tan habitual que terminó diciéndola la niña. Recuerdo a Eva, vestida para el colegio, levantando el puñito, y diciendo con aquella voz que, además, ahora habla por la radio: “España mañana será republicana”.

No ha llegado a serlo, quién sabe si un día lo será otra vez. Lo cierto es que ahora ya no es objeto de silencio o burla la República, aunque sigue siendo diana de insulto, pues el otro día, 14 de abril, aniversario de aquella ilusión, los partidos de derecha y ultraderecha de las Cortes consideraron decente decir en el hemiciclo que esa era la fecha de una conmemoración criminal. Esa misma mañana Eva fue enviada por la radio en la que trabaja a contar qué pasaba ese día y a esa hora en la plaza de Sol, el lugar mismo donde fue proclamada hace tantos años la República que ella invocaba de niña. “España mañana será republicana”. Cuando terminó ella de decir qué había en ese momento en lugar tan histórico yo recordé toda esta historia y confieso que entonces, al mediodía de este 14 de abril, estuve a punto de llorar.

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