La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fernando Canellada

Manuel duerme en la esquina

Manuel es natural de Gran Canaria. De toda la vida. Nacido en un municipio que evita concretar cuando se expresa con pocas palabras. Todos le conocen en su tierra y prefiere seguir en su mundo. Debe frisar alrededor de setenta años, aunque su aspecto envejecido y abandonado le hace aparentar algunos más. A la noche, cuando duerme sobre la acera y se quita la gorra, se le aprecia una frente blanca y despejada, con un pelo cano por los lados.

Manuel huele mal. Vivir en la calle es lo que tiene. No llegó en patera y no le persiguen ni la Policía ni los fotógrafos de las publicaciones más prestigiosas. Duerme en el suelo en un lateral de LA PROVINCIA desde que se terminó el confinamiento. Debe sentirse protegido por la presencia del guardia de noche del periódico, que es una persona educada y respetuosa. Va ligero de equipaje con un carro de la compra cargado con enseres indefinidos y un par de bolsas de Hiperdino cargadas con sus útiles de vida.

Manuel no se ha vacunado ni usa mascarilla ni se lava las manos con frecuencia, pero lo que si guarda es distancia social, como exigen las normas de la consejería de Sanidad. No la guarda por iniciativa propia. Es que nadie se acerca a él cuando está en su rincón de la calle durante el día.

Fuma compulsivamente, cuando puede, y mira papeles y diríase que facturas del supermercado. Asi pasa las horas sobre los adoquines, las baldosas o los bordillos.

En el día evita el solajero y busca sombra con su gorra y algún arbusto y para dormir un ricón seguro más que confortable. La noche es un territorio sin ley y algunos jóvenes que merodean a su alrededor buscan aprovecharse del viejo. Ven que se organiza y no pasa hambre, aunque se le vea perdido sobre las aceras de la Avenida Marítima.

Como Diógenes si alguien se detiene ante Manuel, le pide que no le tape el sol, la única fuente de calor que mantiene su corazón y su cuerpo a una temperatura constante. La noche pasa bajo chaquetas y chaquetones que saca de la maleta. De almohada utiliza una de sus bolsas. Duerme a pierna suelta. El toque de queda a las diez de la noche le ha beneficiado. No solo la calle es más segura, también hay menos ruidos nocturnos y menos tráfico.

A diferencia de los que abandonan los campamento de extranjeros por la calidad de la comida, el frío o la lluvia, Manuel resiste como puede. No tiene a quien quejarse ni con quien compartir su queja. Ante una oferta de ayuda, explica que va a pedir una habitación a la parroquia de San Agustín, que le dijeron que alquilan habitaciones sueltas para dejar la calle donde lleva ya demasiado tiempo. Pero, añade, que no ha podido acercarse a Vegueta, que lo dejará para mañana. Ese que nunca llega. Han pasado cuatro semanas y Manuel sigue durmiendo en la calle, en la Avenida Marítima, entre el edificio de Rocamarina y LA PROVINCIA.

Es uno de tantos que viven en las calles de Las Palmas de Gran Canaria. Manuel golpea la conciencia a quien suscribe al encontrarlo en el camino, cuando se dirige a casa, a una cama confortable y a un descanso reparador. Esta no es únicamente la historia de Manuel, sino la de decenas de personas que como él por todas las islas, están descartados. El virus que consume a Manuel necesita otras medicinas y otras vacunas diferentes a las que administra el Servicio Canario de Salud.

Estamos en tiempo de descuento para hacer nuestro mundo más sano, más digno, más justo. Hasta se anuncian miles de millones de fondos europeos para que florezca una nueva generación. Cuando pase esta crisis, parece evidente que volveremos a hacer lo que hacíamos como si nada hubiera pasado. No seremos los mismos. Manuel tal vez no cambie mucho.

Compartir el artículo

stats