La Provincia - Diario de Las Palmas

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Juan Francisco Martín del Castillo

Ahí te espero

A través de Twitter, qué si no, nos hemos enterado de que el mundo ya no es cómo lo habíamos imaginado, y no me refiero al mundo del corazón tras el vendaval de la serie documental de Rocío Carrasco. Una usuaria, Fernanda, pareja del influencer madrileño “Un tío blanco heterosexual” (UTBH), ha informado con todo detalle de las circunstancias en las que los personajes principales de la trama posmoderna de la historia de la defensa de los derechos de la mujer ya no lo son tanto. Monedero, el Juancar de los espejuelos vintage, y Pablo Iglesias, por más señas el Coletas, son los protagonistas de una revelación que causa sonrojo y vergüenza ajena a partes iguales. La mujer refiere que, en otro tiempo, cuando apenas tenía dieciocho años recién cumplidos, ambos individuos, a la sazón profesores de Políticas en la Complutense, supuestamente hacían de las suyas con las alumnas, incluyendo insinuaciones fuera de lugar y tocamientos inaceptables. La joven, recién llegada de provincias a estudiar en la capital, al parecer sufrió los ataques lascivos de la pareja podemita, la misma que ahora pierde el culo con el señalamiento de las supuestas conductas inadecuadas del hombre contemporáneo hacia la mujer. A la mínima expresión de machismo, sea de palabra, sea en la actitud, la policía del pensamiento actúa con perfecta coordinación en las redes sociales. La lucha obedece a la consigna del “no es no”, amparando el legítimo derecho de las féminas a mostrar su desacuerdo ante cualquier suerte de desprecio o desconsideración en virtud de su identidad de género. Pero, hete aquí que el dúo dinámico del primer Podemos, la pareja original del baile de la extrema izquierda totalitaria, resulta ser la contradicción personificada, a la vez que la imagen de la descarada hipocresía de unas ideas envilecidas por un comportamiento bajuno. Nunca han sido personas que me merezcan el más mínimo respeto, ni siquiera el intelectual, pero, con lo que ahora se ha sabido, esta sensación se ha vuelto mucho más objetiva de lo que jamás hubiera pensado. La realidad es terca, y tanto que el que se arriesgue a defender la integridad moral de Iglesias y Monedero se expone abiertamente al ridículo. Porque, simplemente con seguir el ideario de la formación, el famoso “Yo sí te creo” de las pancartas del 8 de Marzo, las palabras acusadoras de la mujer objeto de la lascivia podemita se tornan en certeros dardos que impactan en el mismo corazón de la diana. En cierto modo, llevan a los dos dirigentes a un callejón sin salida dentro de la ideología de género, que es la suya, no se olvide. La doctrina podemita vive así un nuevo embate que cuestiona su propia línea de flotación. Qué lejos aquellos tiempos en los que se decía que la coherencia moral era su mayor atractivo de cara al posible electorado. Qué lejos el momento en que parecía que la ilusión por un mundo mejor se encarnaba en unos simples profes de universidad. Afortunadamente, el engaño ha llegado a su fin. Todavía resuenan en mi cabeza aquellas palabras que la atónita joven pone en boca de un desatado Pablo Iglesias: “Me voy al baño. Ahí te espero”. Por favor, siga esperando.

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