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José Francisco Henríquez

Una república necesita ciudadanos republicanos

No voy ni a intentar por falta de conocimientos discernir ni penetrar en la realidad de las repúblicas españolas. Solo trataré de echar un cuarto a espadas en este asunto que con frivolidad se plantea por algunos profesionales de la ocurrencia y del populismo. No pretendo otra cosa que reproducir aquí lo que yo mismo diría tomando un chocolate con churros.

Tener una república es tener un orden social republicano y unos ciudadanos republicanos. Parece elemental, pero hay un mosaico de atributos que se deben adherir de forma inequívoca y con fuego al orden republicano: la virtud traducible en una moral de calidad o la ejemplaridad. Echemos al caldero la fraternidad y la tolerancia, hermana del pluralismo y del disenso.

El republicanismo no es una ocurrencia, es una forma de ser ciudadanos. Pienso en tres actores de la vida política actual que hablan mucho de la república: Pablo Iglesias, Rufián y Puigdemont. No sacarían en mucho tiempo el carnet moral de republicanos.

No manoseemos el término: todo ha de empezar con una educación cívica de seres libres e iguales que ponderen la moderación y el amor a lo público. Los ciudadanos deben ser activos y participativos. Nadie va a ser republicano de forma pasiva sino activa. Lo republicano no es ir contra la propiedad, que nos hace libres, sino contra su mala redistribución que nos hace esclavos.

Si alguien nos quiere convertir en republicanos nos debe explicar que no seremos republicanos por donde vivimos ni por los derechos que esa república nos pueda derivar sino por las acciones virtuosas que podamos protagonizar en nuestro anhelo por participar en la cosa pública. Se pueden inventariar ad nauseam requisitos del orden republicano, menos oligarquía, más virtud, menos pasotismo, más militancia. Por lo visto, no es el mejor momento para afirmar que la España actual es republicana.

Vemos a la España actual en un momento de incertidumbre donde existe un orden social que no nos olvidemos es más fácil de sostener en sosiego en los momentos de dificultades que en otros momentos de menores tribulaciones, pero de mayores decepciones. El desorden muchas veces no es hijo de las tormentas sino de las calmas que suceden a las tormentas.

La metodología que propongo para encarar el asunto el “preguntar al pasado”. Y quién hable de república debe recordar que España ya tuvo no una sino dos. Desgraciadamente las dos fallidas. Y que se caracterizaron por su carácter excluyente, o eras republicano o estabas fuera del sistema. El denominador común puede ser que ambas repúblicas fueron hijas del caos.

La primera necesito antes un dramático vodevil donde se sucedieron una revolución, una constitución monárquica y un sorteo para buscar rey en las casas reales de Europa. Solo a la caída del rey, sobrevino la república. Que convivía con tres guerras, la carlista, la cantonal y la de Cuba. En aquellas época el santo y seña de los liberales era acabar con Isabel II y luego buscar un acuerdo. No se merece la república ser una derivada segunda de otros avatares.

Hago un inciso para anotar que los dos únicos reyes casi democráticos que tuvo España fueron extranjeros, Jose I y Amadeo de Saboya y para recordar que los pocos años que Inglaterra fue republicana coincidió con una dictadura de Cromwell.

De la segunda república no voy a hablar, no debo por ignorante, solo digo que me gustaría que hoy pudiéramos seguir disfrutando de ella. Sería lo deseable que esa república estuviera viva y rutilante. Célebre es la frase de Ortega inaugural de la república: delenda est monarchia para pronto rectificar: no es esto, no es esto. La habíamos perdido. Pero sucedió un golpe de estado y son claros los testimonios de Clara Campoamor o de Chávez Nogales: la república desapareció al día siguiente del golpe. Los republicanos se disolvieron en comunistas, anarquistas, trotskistas y tanti quanti, cada cual con su bandera. Guerras civiles dentro de la guerra civil.

El régimen del 78 fue un proceso generoso y exitoso porque todos cedieron hasta poder decir que todos fracasaron en imponer sus posiciones. Se ha dicho que fue un prorrateo del fracaso. Pero salió adelante y tuvo éxito bajo cuatro símbolos, bandera, monarquía, unidad de España y ausencia de violencia. O de otra forma traducido: Europa, bandera, autonomía y monarquía.

Ahora aparecen republicanos por doquier, veamos dos muestras: Pablo Iglesias y Puigdemont. Podemos afirmar que los que hoy postulan la república no tiene el pedigrí republicano. De los valores que introduje al principio de este artículo no usufructúan ninguno. Y se atreven a mencionar la palabra patria que ya dijo hace siglos Samuel Johnson que era el refugio de los canallas.

Bienvenida la república cuando España este lleno de ciudadanos republicanos. No valen las encuestas. Tienen que sobrepujar el éxito del régimen del 78 amasado como ya dije por el prorrateo del fracaso. Pero hubo un pacto constitucional y los pactos están para cumplirlos.

Y hemos de exigir a los cantamañanas, estilo Rufián o Puigdemont, lo que Evaristo Feijoo le dijo a Fortunata en la novela de Galdós:” niña falta a tus principios si es menester, pero guarda siempre la santidad de las formas”.

Parece bien contado que el presidente del gobierno de la primera república Figueras, aburrido de reuniones con políticos incapaces de llegar acuerdos, dijo «señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros.  Al día siguiente se fue a Francia en un tren.

Aquí no queremos que nadie coja el tren, pero ante la quimera que es instalar una república en contra del pacto del 78 sin sustituirlo por otro pacto, de igual o mayor consenso, respeten las formas como se le aconsejó a Fortunata y no saquen pecho por darles plantones al Rey, que al fin y a la postre a mí me da igual la persona, no tanto la institución de la jefatura del estado que representa. La primera república no tuvo por no tener ni jefe de estado por falta de encaje constitucional.

Por tanto, España mañana será republicana. Pero no antes de que este llena de proactivos ciudadanos republicanos con los comportamientos y virtudes aquí mismo relatados.

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