La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jorge Dezcallar

El polvorín del Ulster

Nadie dijo que el Brexit sería fácil pero está resultando aún más complicado de lo que se pensaba y los británicos no sabían en la que se metían cuando lo votaron por los pelos. No lo sabían porque hubo políticos que les engañaron con mentiras y con un futuro color de rosa una vez que “recuperaran su soberanía” y se libraran de los rígidos corsés regulatorios de Bruselas. Y ahora, mientras se vacunan con más éxito que nosotros, despiertan con amenazas de un nuevo referéndum sobre la independencia en Escocia y con disturbios en Irlanda del Norte que infelizmente recuerdan a tiempos que se creían superados. Como se sabe, ambos territorios votaron mayoritariamente a favor de permanecer en la UE. Por eso quizá el Brexit devuelva soberanía al Reino Unido, como dicen, pero también deshilvana sus costuras y puede acabar dejándole soberano sobre menos territorio.

Dentro y fuera a la vez

Lo que pasa en Ulster es consecuencia del imposible de querer estar a la vez dentro y fuera de Europa, que es lo que Londres pretende. Irlanda del Norte votó contra el Brexit para seguir formando parte del mercado interior europeo y evitar una frontera con Irlanda, uno de los grandes éxitos de los llamados Acuerdos de Viernes Santo de 1998 que pusieron fin a 30 años de violencia entre protestantes cercanos al Reino Unido y católicos favorables a integrarse en la República de Irlanda. Pero al mismo tiempo Irlanda del Norte sigue siendo parte de un Reino Unido que ha salido de ese mercado, y si no se quiere una frontera terrestre entre las dos Irlandas la única forma de resolver ese nudo gordiano es con una frontera en el mar entre Ulster y Gran Bretaña, una frontera que se viera lo menos posible pero una frontera al fin y al cabo.

Londres la aceptó en el Protocolo de Irlanda, anexo al Acuerdo de Retirada firmado con Bruselas el pasado mes de enero, mientras al mismo tiempo decía en público que nunca habría una frontera entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte. El paripé ha durado apenas dos meses y el 3 de marzo Boris Johnson envió una carta a Bruselas suspendiendo hasta octubre de forma ilegal y unilateral los controles aduaneros marítimos acordados.

Lo que ha hecho Boris Johnson pone en peligro los acuerdos de paz entre protestantes y católicos de 1998 que se lograron tras muchos muertos y mucho sufrimiento en ambos bandos. Hoy en el Ulster hay de nuevo heridos y coches quemados, y vuelve la tensión entre protestantes que se sienten abandonados por Londres y católicos que se sienten engañados por Londres. Todos enfadados y con miedo a revivir la que se llamó la época de los disturbios (The Troubles), que ahora también alimentan las consecuencias de la pandemia y de la crisis económica que ha acarreado. Por eso Jonathan Powell, que fue el principal negociador británico en Irlanda del Norte entre 1997 y 2007, no duda en culpar a Johnson de lo que ocurre estos días porque mintió sobre los efectos del Brexit. En su opinión lo que hace falta ahora es que “el Gobierno británico comience a prestar atención a Irlanda del Norte en lugar de utilizarla cínicamente y eso significa no usarla más como un ariete en un nuevo conflicto con la UE”. Boris Johnson es así víctima de su propio juego sucio.

El presidente norteamericano, Joe Biden, irlandés de origen y defensor acérrimo de los acuerdos de 1998, ya ha expresado su preocupación, mientras desde Dublín el taoiseach (primer ministro) Michéal Martin pide calma y una reunión con el Gobierno británico, para tratar de esta crisis, que es un mecanismo previsto en los acuerdos cuando hay problemas. Pero es poco probable que Londres la acepte hasta que no se resuelva su disputa legal con la UE sobre el Protocolo de Irlanda del Norte, algo que Bruselas negoció duramente y ahora no quiere reabrir. De esta manera lo que comenzó como una solución «imaginativa» al problema que planteaba la relación futura del Ulster con la Unión Europea, una solución que hubiera funcionado si todos actuaran de buena fe, está acabando con la paz en la zona y puede derivar en un conflicto constitucional en el Reino Unido. Mal negocio.

Compartir el artículo

stats