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Ángel Tristán Pimienta

La sombra del nepotismo es alargada

Casi coincidiendo en el tiempo con la noticia, francamente grave, de que la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria está, según datos del Ministerio y un ranking publicado por ‘El Mundo’ en los puestos de cola en investigación, un investigador ha denunciado en LA PROVINCIA lo que tiene toda la pinta de ser, presuntamente, claro, un amaño para adjudicar la plaza de Anatomía y Embriología Humana a una persona predeterminada. En los tres últimos años una docena de aspirantes frustrados, algunos con una trayectoria investigadora impresionante en prestigiosas universidades, me han hecho llegar lo que uno de ellos definió como “un callejón sin salida”, que el hecho insular hace más angosto todavía.

El nuevo rector de la UPGC, Lluis Serra, una vez conocido el hecho, señaló que uno de los retos de esta nueva etapa es hacer reformas para terminar con prácticas endogámicas. “Tradicionalmente, dijo, las plazas se sacan a concurso con unas directrices por parte del rectorado, pero es la comisión la que pone los criterios de evaluación y baremación”.

Pero la solución no es fácil cuando miembros de la Junta del PDI (Personal Docente e Investigador) considera que la endogamia, que tanto se critica desde el conocimiento de las leyes y los dos dedos de frente, “son derechos sindicales adquiridos”, como dijo sostuvo de sus miembros en una reunión con el Consejo Social en 2015. Tal cual.

Una directriz que debe ser inexcusable en los gobiernos universitarios, y una exigencia clave por parte de los consejos sociales, es que se respeten escrupulosamente las leyes, la buena fe y los intereses generales y de la Institución académica. No se pueden sortear ninguno de los grandes principios de observancia obligada en el acceso a la función pública, como se recoge en la CE78 y, por ejemplo, en varias sentencias de la Sala Tercera de lo Contencioso del TS: igualdad, mérito y capacidad. Y, obligados por la Ley en los últimos años, Transparencia.

Aparte de las peculiares exigencias, que recuerdan al famoso ‘caso Lindosa’ en San Bartolomé de Tirajana – solo faltaba en el pliego decir que los candidatos tenían que tener bigote, una medalla de la Cruz Roja y que el apellido comenzara por L- aquí se da otra circunstancia: que el baremo se publica mucho después de la convocatoria y a unos pocos días de las pruebas.

La técnica empleada hasta el abuso puede englobarse en lo que se llaman ‘subcriterios’, que suelen aplicarse torticeramente en la adjudicación de contratos del sector público, al no dar puntuación ni ordenar los criterios de adjudicación, y realizar “la ponderación y puntuación posteriormente cuando se han abierto los sobres de las diversas ofertas presentadas”, como explica el Letrado del Tribunal de Cuentas Carlos Cubillo Rodríguez en su muy minucioso ensayo “Hacia una teoría general sobre la corrupción en la vida pública”.

Aqui, en los episodios que comentamos, los baremos se dan a conocer cuando ya se cuenta con el currículo de los distintos aspirantes. Blanco, líquido y en botella es leche, o ‘Calcium 20’. Este experto engloba esta práctica dentro de la pura corrupción. “Otras veces-añade- los criterios establecidos en el pliego son claramente subjetivos e imprecisos”.

Aunque parece extraordinario e incomprensible que estas cosas pasen en universidades que cuentan con facultades de Ciencias Jurídicas con profesorado de alcurnia académica que podría advertir sobre las posibles consecuencias de cualquier tentación de violentar las leyes por el procedimiento del atajo. “El Nepotismo- agrega Cubillo- supone uno de los mayores males que pueden aquejar a un Ente Público pues crea en este una situación endogámica que perjudica su eficacia, empaña su prestigio y genera desmoralización (…) El nepotismo, además, contribuye a la creación de camarillas o lobbies que obstaculizan el normal desarrollo de sus competencias por las administraciones públicas (…) desperdicia el talento de los servidores públicos más preparados….” Ciertamente, en algunas ocasiones parece como si el ‘talento’ del que tanto se habla se hubiera declarado en muchos ámbitos ‘materia reservada’.

Una de las cantatas preferidas por los órganos de gobierno universitario y por el grupo de presión política de los rectores llamado CRUE en ruedas de prensa y solemnidades con pompa renacentista es la de que los Presupuestos del Estado o las Autonomía tienen que aumentar las partidas de investigación, que hay que caminar hacia la excelencia, y que hay que contratar a más profesores… Incondicionalmente.

Hay un fondo de verdad, es obvio, pero igualmente mucho cuento chino. Las universidades, salvo excepciones, no ponen nada de su parte. Pecan de ineficientes. De plantillas ancladas en el siglo XX. De mirarse más el ombligo que de ver el horizonte. De considerar los privilegios como un derecho. Su sistema de gobernanza, donde se suele confundir la autonomía con la soberanía, ama con pasión ciega el corporativismo de ‘y de lo mío qué’. Y, en fin, cierra las puertas a cualquier innovación que ponga en riesgo los equilibrios internos basados en los bombos mutuos y el’ hoy por mí y mañana por ti’; en latín, ‘quid pro quo’ que suena más fino.

“La única manera de escapar del laberinto y subir en los ranking sin hacerse trampas jugando al solitario – zanja uno de los afectados por el cerco invisible- es conseguir algo tan elemental como que se cumpla con la Ley y se actúe con responsabilidad: igualdad, mérito, capacidad…y transparencia”.

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