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Antonio Perdomo Betancor

Objetos mentales

Antonio Perdomo Betancor

Despertando a Navalni

A mi entender los derechos individuales suponen el mayor bien de los bienes si excluimos el de la vida, y un bien mayor que el bien democrático común. El bien común con frecuencia se pone al servicio de los individuos particulares, y por consiguiente la defensa de los derechos individuales se constituye en la piedra de toque que revela la libertad y seguridad de las personas, por encima de quienes confunden los bienes públicos con los suyos propios, el interés general con su propio interés.

La vicepresidenta del Gobierno de España, la señora Calvo, dijo en un alarde de sinceridad desacostumbrada y de desconocimiento sobre la función de los impuestos, que el dinero público no pertenecía a nadie. Ante este sistema de pesas y medidas, son los derechos individuales la barrera que distingue la libertad de la opresión. Recientemente un centenar de intelectuales y artistas, entre ellos cito por su relevancia a Fernando Savater, Fernando Aramburu, Salman Rushdie, Svetlana Aleksiévich… han firmado un manifiesto exigiendo a Putin el cumplimiento del derecho de Alexéi Navalni (encarcelado), cabeza visible de la oposición de la Rusia de Putin, para que pueda recibir tratamiento médico de su elección al que, según la legislación rusa, tiene derecho.

Desde la perspectiva del uso de la violencia, el filósofo Slavoj Zizek en su obra Sobre la violencia nos ofrece el panorama de dos formas de violencia, una violencia estructural o aquella que se debe al propio sistema, y la que denomina violencia episódica la cual emerge del océano oscuro y profundo de la violencia institucional. Pese a su excelente formalización Zizek no excluye la excepcionalidad estructural de usarla, reprobándola no obstante primero de forma esencial, si es el caso de una utopía totalitaria, con lo cual sobrepasa, por supuesto, la seguridad de las personas y sus derechos inalienables.

La violencia en cualquiera de sus manifestaciones es detectada por los sentidos de la persona como una unidad, no como una parte de un todo. La verdadera o más reconocible verdad del hombre, aparte de la segura muerte, es la violencia. En estos precisos momentos en que escribo estas líneas, Navalni, opositor al régimen iliberal de Putin está siendo sojuzgado por encabezar y denunciar las irregularidades del régimen. Cada hora, durante las horas de que consta la noche, a Navalni lo despiertan según las normas de un protocolo de seguridad que sólo se le pudo haber ocurrido a alguien con trastornos mentales o que quiere ocasionarlos. De ahí la preocupación de los firmantes.

El sometimiento del cuerpo y de la mente de las personas parece ser el recurso más usado y viejo del mundo por quienes niegan los derechos consustanciales a toda comunidad política. Pero no sólo. Y es precisamente en la garantía de esos derechos individuales consustanciales a las personas donde radica la vida humana, el proyecto de realización de una vida digna. Sin ellos la vida no sería sino servilismo. A la vida de una persona si se le priva de sus derechos se le elimina o restringe la felicidad que la misma vida procura. Así que puede afirmarse que la vida en esencia consiste en la expresión y realización de esos derechos individuales.

Y esos regímenes aspirantes a tiranía lo saben, una breve nota histórica muestra y atestigua a la perfección que la pasión por deconstruir a las personas se sucede sin solución de continuidad, esto es, a segregar, desmantelar los órganos del cuerpo en cuya función reside especialmente la expresión más cualificada de la libertad del individuo. A Marco Tulio Cicerón, en la Roma de las luchas por el poder entre Pompeyo y Julio César, le cortaron la cabeza en la que radicaba obviamente su pensamiento, cabeza que sus asesinos una vez muerto le entregaron a Fulvia, la mujer de Marco Antonio, que la tomó entre sus manos para escupirle y apuñalar su lengua de brillante orador con los pasadores que sujetaban su pelo: desafortunadamente Fulvia se expresa en muchas lenguas.

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