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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

Son solo unas elecciones

Con su habitual pretensión de trascendencia y su machadiana suficiencia pedagógica, la izquierda pastoral ha decidido que la vida con Ayuso no merece la pena. Se borra, no ganaron una movida para esto. La ausencia de autocrítica en La Moncloa compite con los artículos testamentarios (sí, esta gente todavía escribe) de progresistas que aplican en su análisis las mismas recetas que condujeron al desastre morrocotudo. A saber, malhumor y superioridad moral.

Por Dios, son solo unas elecciones provinciales, aunque los quejumbrosos izquierdistas que reciben a Ayuso como la undécima plaga poseen la capacidad suficiente de desmovilización para que las madrileñas preludien catástrofes superiores. Han olvidado que la izquierda en el poder siempre es una usurpadora, la gran lección que me dio Gabriel Jackson. Se sentían cómodos agitando el monigote de Trump, o de la presidenta madrileña, en la seguridad de que el miedo a lo peor garantizaba la perpetuación de lo malo.

No ha funcionado. El dato más sorprendente de las vulgares elecciones madrileñas es el marcador 2-1, que disfraza de victoria mínima el escándalo de dos votos conservadores por cada sufragio progresista. Es decir, votantes habituales del socialismo en libertad han emigrado sin pestañear a la derecha cañí. El tránsito se entiende mejor al repasar la prosa doliente de los perdedores. Quizás es demasiado tarde para que recuperen la ironía, para que dejen de coquetear con los poderes abusivos que hoy denuncia hasta Biden, para que los funcionarios intelectuales que no han perdido ni un euro en pandemia se alineen con los sacrificados por la crisis antes de que huyan en masa a la derecha extrema. En efecto, ninguna de estas premisas se cumplirá, y el único argumento para votar a la progresía llorona consiste en no tener que soportar sus lamentos post mortem. Porque el milagro es que la izquierda ganara algún día con este personal.

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