La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

Biodiversidad y bienestar animal: aires de cambio

Cuando aprendemos, extraemos conclusiones que en ocasiones implican la necesidad de ciertos cambios. Un ejemplo es la necesidad de cambios en el ecosistema canario derivada de la importancia de los endemismos canarios y la conservación de nuestra biodiversidad. Otro, los derivados de la noción de que los animales son seres sintientes.

Todo cambio puede suponer una oportunidad al mismo tiempo que una amenaza. Al afrontarlo, podemos dejar de hacer algo, hacerlo de una manera diferente o empezar a hacer algo nuevo. Al trabajar con el medio natural y el bienestar animal encontramos con frecuencia situaciones en las que predomina la incertidumbre y en las que el impacto de los eventos se encuentra fuera de nuestro control. En estas situaciones, la mejor manera de tomar decisiones con resultados positivos es ser flexible e intentar adaptarse a las circunstancias. Es necesario trabajar en un plan basándose en las prioridades y en los recursos disponibles. Así recuperamos el control del ritmo y de la magnitud del cambio.

Además de la capacidad de adaptación y las circunstancias, nuestra actitud frente al cambio depende de otros factores como nuestras experiencias personales, la importancia que damos al tema en particular, el posible impacto que una modificación puede tener en nosotros y, por supuesto, las emociones.

Por otro lado están los hábitos, las creencias y los valores compartidos por los individuos de una organización o sector. Estos hacen que en ocasiones no reflexionemos sobre nuestras acciones ni sobre lo que decimos. Los argumentos se repiten, pasando de boca en boca, como un mantra. Para deshacerse de un hábito se necesita la capacidad, la oportunidad y la motivación. Por eso es tan difícil. Estos hábitos tienen mucho que ver con las creencias y los valores compartidos dentro de las instituciones y son promovidos para mantener el sentimiento de pertenencia y la cohesión del grupo.

Todo esto forma parte de la naturaleza del ser humano, cuya complejidad no se puede obviar independientemente del área, científica o no, desde que la que se analice este tema que nos ocupa.

Existen tres aspectos fundamentales en la implementación de cualquier cambio. Primero se necesita un plan, preferiblemente una estrategia a largo plazo, no sólo una solución más o menos inmediata. Por otro, se necesita que exista una aceptación mayoritaria que lo hace factible. El tercero es el aprendizaje en base a los errores que se cometen durante el proceso.

En este momento me ocupa y preocupa, al igual que a muchas personas en Canarias, el rumbo que están tomando las conversaciones en torno a la conservación de la biodiversidad en nuestras islas.

Tradicionalmente, las tendencias morales de los defensores de la vida silvestre y los defensores del bienestar animal han sido distintas. Los primeros se inclinan hacia el utilitarismo, en el que el juicio moral de una acción se basa en sus consecuencias (ejemplo: el bien de un mayor número de especies justifica el sacrificio de otras). Los segundos se inclinan hacia la perspectiva deontológica, que basa el juicio moral en la propia naturaleza de la acción (ejemplo: El sacrificio aunque sea de una minoría es injusto e inaceptable). Ambas perspectivas son legítimas y se apoyan en argumentos sólidos. En el caso del control de los gatos, depredadores de especies silvestres y a la vez, animales de compañía y miembros de la comunidad, este conflicto se reaviva constantemente en forma de posturas polarizadas en uno y otro sentido. Esta polarización deja en la sombra los esfuerzos que se han hecho y se hacen por encontrar consensos a través de los cuales los cambios necesarios se produzcan de una manera viable y aceptada por la mayoría.

Es frecuente encontrar ideas preconcebidas en los artículos de opinión, como la de que estas dos maneras de llegar a un juicio moral son las únicas que contribuyen en la toma de decisiones que afectan a una sociedad entera. En los artículos divulgativos que últimamente encontramos en los medios de comunicación, se asume muchas veces que el proceso que precede a la toma de decisiones deontológicas es rápido, afectivo e independiente de los recursos mientras el proceso que precede a la decisión utilitarista debe ser lento, cognitivo y cargado de esfuerzo. Me refiero por ejemplo a la manera en que se intenta desacreditar a los defensores del bienestar animal cuando se dice de ellos que son excesivamente emocionales. Mientras tanto los defensores de la biodiversidad sacan de contexto los resultados de determinados estudios cuando hablan en los medios, sin hacer justicia a la realidad que analizan, aunque se jactan de aportar al diálogo el peso de una evidencia científica que en realidad no está libre de limitaciones. También, claro, me refiero a la falta de empatía en algunos círculos de defensores del bienestar animal respecto a la necesidad de proteger la biodiversidad.

Afortunadamente sabemos que la toma de decisiones no depende sólo de estas dos tendencias morales, que resultan ofensivas y contraproducentes cuando se radicalizan y se utilizan de manera sesgada e irreflexiva para divulgar una ideología. Afortunadamente también, sabemos que todos individualmente podemos hacer uso de una y otra perspectiva para ponderar la situación. Sin embargo, cuando la acción que resulta de la toma de decisiones puede provocar un daño obvio, como el control letal de una especie, la presión social hace que, a un lado y a otro, la inclinación moral se acentúe, que las opiniones se endurezcan y que la tensión aumente. En un contexto como éste es de verdad necesario un esfuerzo que nos ayude a cobrar consciencia de los factores que radicalizan nuestros puntos de vista. De lo contrario resultará difícil ser justos y tomar decisiones acertadas.

Tenemos a nuestra disposición los resultados de otras partes de la geografía en los que se han aplicado métodos de control de diferente índole. Aunque muchos insisten que los resultados obtenidos en otros lugares no pueden aplicarse a nuestro particular contexto, no es sabio ignorar esta fuente de conocimiento.

Sabemos que el control letal, además de tener un coste económico muy alto, no funciona en lugares con una densidad de población humana tan alta como la nuestra. Es prácticamente imposible evitar que los seres humanos alimenten y protejan a los gatos porque existe un vínculo entre ambas especies que ha existido durante miles de años. Esta fuente de recursos hace que se perpetúe la existencia de comunidades felinas en entornos habitados por personas. Por otro lado la eutanasia de animales sanos siempre será un tema controvertido, por razones obvias. Y entre otras cosas, mientras no se elabore una estrategia que incluya un registro adecuado de mascotas en los ayuntamientos, un plan de educación sobre tenencia responsable y una mejora en los planes de adopción para evitar el abandono, cualquier método de control resultará inefectivo.

También sabemos que cambiar los hábitos sociales en lo que respecta a la tenencia responsable de mascotas requiere una inversión importante de recursos educativos, sociales, cognitivos, económicos, etc. No es suficiente prohibir a los propietarios de gatos que les permitan salir de su hogar. Para cambiar un hábito arraigado, como dije antes, es necesario tener la capacidad, la oportunidad y la motivación. Si existen opciones factibles en este sentido, es seguro que no se pueden implementar a corto plazo.

En cuanto al método CER (captura, esterilización y retorno), resulta presentar una opción mucho más optimista, en la que tanto la implicación social como cierta eficiencia en la reducción de número de gatos han sido demostradas. Tenemos ejemplos de que lo ha tenido efectos positivos en otros lugares. Aquí mismo, en al menos un municipio de Gran Canaria, un control exhaustivo de la población de gatos comunitarios y asilvestrado se ha llevado a cabo y ha dado sus frutos. La falta de control en otras localidades es sobre todo debida a la falta de inversión en recursos humanos, logísticos y económicos. Son mayoritariamente organizaciones no gubernamentales sin ánimo de lucro, quienes se encargan de un problema municipal. De las subvenciones de bienestar animal, raramente algo se destina a la gestión de animales abandonados o sin propietario. Podría hacer una lista de problemas asociados a la falta de eficiencia esperada del método CER porque todos estos problemas han sido ya identificados y, lejos de lo que dicen algunos, es perfectamente posible ponerles solución.

Pero entrar en los detalles de este método está más allá del objetivo de este artículo. El propósito principal es llamar a la moderación, a la aceptación de la importancia y los efectos de los juicios morales y a la necesidad de integrar tanto el conocimiento como la empatía en la toma de decisiones. Podemos aprovechar este momento para realizar un cambio positivo pero necesitamos que el foco de nuestra atención sea la resolución del problema y dejar de remar en direcciones opuestas. En el ámbito de la concienciación social, se podrían aunar los esfuerzos dedicados a la protección del bienestar animal y a las iniciativas emprendidas para proteger la vida silvestre. No todo nos separa. Más bien, todo lo contrario. Espero que el proceso participativo del borrador de la ley de biodiversidad promovido por el gobierno canario tenga un resultado esperanzador para todos.

Compartir el artículo

stats